De pronto alguien se nos va, dicen todos que al cielo, y miras arriba pero no ves nada, y te miras dentro y solo encuentras una sensación de vacío, rara... Leonardo Eiriz en el crematorio, con el rostro en paz, parecía tranquilo, todo estaba bien y había silencio en su despedida. Entonces los que tanto lo quisieron emprendieron un viaje hasta 1998; aterrizaron en la Casa de Cultura Rodríguez Moñino, cuando aquel cubano grandullón de La Habana los dirigía en un grupo de teatro llamado Cheira, que significa fuego y, por qué no, libertad. Los de ayer por la mañana eran los que hace más de veinte años fueron estudiantes de Bachillerato a los que Leonardo les enseñó a interpretar ‘Lorca por Lorca’, el triunvirato inolvidable de ‘Yerma’, ‘Bodas de sangre’ y ‘La casa de Bernarda Alba’. Sobre aquel escenario, Beatriz Jiménez, Sonia Polo, Vanesa Nevado, Elena Sánchez, María Silveira, Inma Cañete, Ana Gardeta, Samuel Señas, Santi Senso, Carlos Guardiola, Ramón García Ontiveros, Varela, Víctor, Silvia Gómez y, cómo no, Alberto Amarilla, su discípulo.

Alberto conoció a Leonardo en una época en la que el actor, aun desconocido, atravesaba el laberinto de la adolescencia. Pasaban madrugadas enteras hablando y Amarilla tenía la sensación de que Leo le estaba dando una vuelta por el mundo sin salir de Cáceres. Ahí empezó todo. Luego, en 2006, en pleno éxito por su papel en ‘El camino de los ingleses’, la cinta dirigida por Antonio Banderas, Eiriz le entregó el Premio de Cine San Pancracio en una noche mágica en el Gran Teatro.

Leonardo Eiriz (La Habana, 6 de noviembre de 1953) fue dramaturgo, narrador, guionista y maestro de actores. Con aparente absurdo, en sus cuentos el lector puede encontrar temáticas referentes a jóvenes suicidas, esquizofrénicos, adolescentes extravagantes, inadaptados sociales, familias devastadas por la pérdida de un ser querido, en conflictos bélicos lejos de su tierra. A principios de los 90 emigró de la isla tras ser invitado por el Ministerio de Cultura a Barcelona. Allí desarrolló varias actividades culturales, hasta que a mediados de la década lo llamaron del Centro Cultural Mario Roso de Luna y le pidieron que viniese a Extremadura para impartir cursos de escritura y teatro. Y aquí se quedó; Leo y sus cuentacuentos inimitables y talentosos que hicieron más libre a Cáceres, la ciudad desde donde ayer emprendió su vuelo.