Se echan de menos los tiempos en los que Dani preparaba el desayuno en Antonio Silva, la casa de sus padres que hoy sigue estando un poco más vacía sin él y sin esa sonrisa, la de Daniel Lozano Ojalvo, que siempre lo llena todo porque tiene un corazón tan grande como su envidiable currículum. Dani, cacereño de 1988, el menor de cuatro hermanos, estudió en el Colegio Prácticas, jugaba en la plazoleta del DNI a las canicas y a los tazos, porque él nunca fue mucho de fútbol. Luego se fue al Norba y posteriormente hizo Veterinaria en Extremadura.

Su tenacidad por responder a las preguntas que la sociedad nos reclama le llevó a hacerse investigador. Joven brillante, viajó al CSIC, al Instituto Nacional de Investigaciones Agroalimentarias de París y desde enero de 2018 esté en el Hospital Monte Sinaí de Nueva York. El cacereño Daniel Lozano no es solo un talento en los estudios científicos internacionales de las alergias alimentarias, es un mecenas de la bondad que todavía cree que la ciencia puede transformar milagrosamente este mundo descomunal.

Desde Nueva York, el científico aplaude a los sanitarios de Cáceres y cuenta cómo está la situación en el país de Trump. "Por aquí las cosas se han puesto bastante mal esta semana. Paramos la investigación hace como tres o cuatro semanas (asi que he tenido que parar con las alergias alimentarias durante esta crisis, ya que hay prioridades y ahora han pasado a un segundo plano)".

A él y a sus compañeros los han derivado a otras funciones. "En mi caso estoy escribiendo una revisión bibliográfica sobre la respuesta inmunológica frente al Covid-19 y haciendo test de diagnóstico por PC. El Monte Sinaí está justo al lado de Central Park. "En la calle es como si no pasase nada. La gente sigue corriendo, paseando y montando en bici al lado del hospital de campaña que ha montado en una explanada de Central Park".

Dani sale de casa para lo estrictamente necesario. Acude al laboratorio (cuanto menos tiempo mejor, según las recomendaciones) y a la compra. Desde Nueva York echa de menos Cáceres, el lugar, dice él, "donde aprendía amar".