Alfredo Villegas nació en Madrid, se casó pasados los 40 con María Cataraín Elorza, una vasca por los cuatro costados, y tuvieron un único hijo: Luis. La familia llegó a Cáceres porque a Alfredo lo destinaron como administrador del patrimonio agrario de los duques de Fernán Núñez, que tenía más de 30.000 hectáreas y era entonces el más extenso de toda la provincia.

Villegas vivía en el palacio de las Veletas, un edificio que era propiedad de la duquesa y que luego cedió a la administración para que albergara un museo. Así que el pequeño Luis muchas veces se bañaba en aquel aljibe que aún hoy sigue siendo admiración de cuantos turistas visitan nuestra ciudad.

Alfredo se relacionaba con la élite intelectual de Cáceres y en las Veletas no tardaron en cristalizar afamadas tertulias, de modo que Villegas se convirtió en un hombre influyente que acabó siendo designado diputado a Cortes, cargo desde el que participó en la gestación del puente sobre el río Alcántara, infraestructura que facilitó las comunicaciones en un tramo que hasta entonces debía cruzarse en barcazas.

Por su trabajo y su pasión por la naturaleza, tenía Alfredo trato distendido con los hortelanos, a muchos de ellos enseñó tipos de cultivo y llegó a editar un libro de hierbas que hoy, un siglo después de su publicación, sigue siendo muy cotizado puesto que en él están recogidas todas las fincas del término municipal de Cáceres, sus posibilidades de agua, los riachuelos que las cruzan, los derechos de suelo, los derechos de vuelo, las particiones, amén de las fanegas de marco real y marco provincial y sus equivalencias con el sistema métrico.

Pero la ilusión de Alfredo Villegas era tener una finca, así que cuando reunió el dinero necesario se hizo con una en las Vegas del Mocho. En aquel tiempo muchas fincas se abastecían del agua de la Ribera, pero la propiedad que había comprado Alfredo estaba fuera del Marco y todo apuntaba a que en ella sería difícil encontrar un preciado manantial.

Sin embargo, el pertinaz Alfredo no cejaba en el intento. Excavó y, contra todo pronóstico, halló un venero que recibía agua del Paseo Alto en lo que todos creían un secarral. Se hizo el milagro y aquella fontana permitió almacenar el agua en lo que los cacereños dieron en llamar el Zonche de los Villegas. Un zonche no es más que un agujero grande que se hace en la tierra, una especie de alberca que, en ese caso, tenía las siguientes dimensiones: 20x10x1,60, y una capacidad para 320 metros cúbicos de agua, además de sus correspondientes salidas para las distintas zonas de riego de una finca en la que Villegas plantó arbolado e hizo innumerables prácticas de semillas selectas dada su vocación investigadora.

Cuando Luis, el hijo de Alfredo, se quedó con la tierra, amplió el caudal a unos 220 metros cúbicos día mediante una perforación artesiana. El pozo jamás se secó y tanta agua tenía que un año de grandes sequías sirvió para abastecer incluso a la cárcel.

La primera piscina

El Zonche de los Villegas, situado donde ahora está el residencial Las Candelas, frente a la gasolinera Temis, y con agua perfectamente potable, fue en realidad, la primera piscina que tuvo Cáceres. Tanto es así que cuentan que después de la guerra se convirtió en piscina pública y los cacereños acudían en masa a bañarse al precio de 1 real.

Junto al Zonche había una caseta donde estaban las bombas, y muy cerca del seminario Luis levantó unas naves grandes, una casa, los pajares y al lado, donde está la Clínica Virgen de Guadalupe, los tinaos para el ganado porque Luis dedicó la explotación fundamentalmente a vacas lecheras.

Luis tuvo una infancia feliz en el Zonche. Se casó con María Antonia Castaño Gutiérrez, hija de don Luis Castaño, conocido por ser el dueño de la Marisquería Castaño, célebre en la calle Moret y que estaba frente al Hotel Alvarez, donde ahora está El Corregidor. Don Luis Castaño tuvo 10 hijos, y vivían en la parte de arriba de la marisquería, que también tenía cafetería.

Luis y María Antonia fueron padres de ocho hijos: Alfredo, profesor de Matemáticas en el Paideuterion, en la Escuela de Maestría Industrial y director del Javier García Téllez durante 18 años; Eduardo, que vive en Galicia, se casó con una hija de Vioque y tiene la oposición de la Cámara de Comercio de Vilagarcía de Arousa; Juan María, ingeniero técnico agrícola de la diputación; María Josefa, casada con Femiliano Díez, de Seguros Santa Lucía; María del Carmen, que trabaja en el hospital y está casada con Rafael Arroyo, maestro del Colegio Extremadura; Paloma, enfermera, casada con Ricardo Santos, que su familia tenía Calzados El Cañón; y los ya fallecidos Mario, José Luis, que era director del Psiquiátrico de Plasencia, y Antonio, que fue maestro y visitador médico.

Luis y María Antonia compraron un chalet en las Casas Baratas, en la calle Carvajal Lancaster. Para sus ocho hijos fue aquella una vida genial, en libertad, en un barrio sin trafico, jugando a la pelota todo el día. Vivían por allí la familia Rejas; los Rincón; don Pablo García Aguilera y doña Gregoria Collado, inspectores de Enseñanza Primaria; don Alfredo Fuertes, que era maestro nacional y padre de Angelines y María Antonia Fuertes; Pablo Borrega, que era ats. Las hijas de Luis y María Antonia iban a Las Josefinas, los hijos varones al Paideuterion. Allí les daban clase don Pepe Mariño, José Sáez, don Gerardo García Camino, que fue director de la biblioteca muchos años, don Eliseo...

Los hijos de los Villegas tenían una panda muy grande de amigos: la familia Turégano, la familia Bachiller, los Sánchez Escobero, Mingo... todos aprendieron a nadar en el Zonche, donde disputaban partidos de fútbol enla cerca y también de water polo dentro del agua, que aquello parecía lucha libre americana. Así que cuando se abrió la piscina de la Ciudad Deportiva todos los torneos los ganaban los Villegas y sus amigos porque eran los más duchos dentro del agua.

Había días que se juntaban a comer en el Zonche más de 20 muchachos. A todos ellos enseñó a nadar Luis Villegas, luego los hermanos mayores ayudaban a los pequeños con las cámaras de las ruedas de las motos que Luis almacenaba en la finca y que utilizaba como flotadores.

Los Culones

Tanto éxito tenía el Zonche que al llegar el verano siempre se llenaban los autobuses que hacían la ruta hasta Pinilla y que llamaban Los Culones por la forma que tenía su parte de atrás. En aquellos autobuses públicos montaban los cacereños dispuestos a darse un remojón. Muy cerca de allí vivía el célebre barquillero de Cáceres y también los hermanos Espada, que con frecuencia acudían a aquella piscina hecha con paredes de hormigón y unos arcos en forma de puente donde la gente se tumbaba para tomar el sol.

Pese al disparate, en los 80 el Zonche de los Villegas se derribó cuando se construyó Las Candelas después de que la familia vendiera los terrenos a Simo tras la declaración de los mismos como zona urbana por parte del ayuntamiento. Al levantarse los primeros chalets el Zonche quedó sepultado para siempre. Poco después, cuando la sequía volvió a apretar en Cáceres, los vecinos hicieron una perforación: sacaron tanta agua que pudieron durante varios meses regar a diario los jardines y llenar la piscina de la urbanización.

Hoy del Zonche de los Villegas no quedan más que unas cuantas fotografías, pero bajo tierra aún ruge con fuerza el manantial donde durante más de un siglo decenas de generaciones de cacereños aprendieron a nadar al asomar el verano.