La declaración de la Unesco despertó el interés de arquitectos, empresarios, literatos y mendigos para desenvainar sus espadas y esgrimirlas a favor de esta antigua, austera y sin igual ciudad. Necesitaron ver los cacereños el beneficio que la justicia hace cuando se mira con buenos ojos a un lugar. ¿Qué ha supuesto para Cáceres esta distinción de Patrimonio de la Humanidad? Despertar de un profundo y largo letargo, desacostumbrarse de una vida cómoda y sin complicaciones, saltar al coso para arremeter contra los aburguesados, cambiar el clip para, respetando lo antiguo, introducir en su entorno nuevas formas de vivir.

A partir de esa fecha, Cáceres ciudad se ha remozado; su parte antigua, no solo ha mejorado sino que, con esmero, se ha velado para conservar su sabor medieval; el encanto de sus palacios y caserones alzados con piedras; los silencios conseguidos desviando el ruido de coches que deslucen el paisaje. Los literatos, ante la abertura de la cantera, han alzado la voz, para, con voces antiguas y nuevas, y con su pluma, componer loas a lo olvidado.