Ayer se nos fue la voz más representativa de la Semana Santa, el máximo exponente de la saeta cacereña, un estilo que supo conservar hasta sus últimos días. Teresa Macías, más conocida como La Navera por el apodo heredado de su padre, falleció a los 91 años en la madrugada del jueves a causa de un aneurisma, tras superar una reciente operación de cadera. Este año no cantará a sus imágenes, ni siquiera podrá recoger el título de Muñidor concedido por la cofradía del Cristo Negro a su trayectoria. "Le hacía mucha ilusión, ya teníamos preparada la silla de ruedas", explicó ayer su hija Teresa.

Llevaba la afición en la sangre desde los 7 años, cuando presenciaba los desfiles penitenciales en brazos de los asistentes para ver los pasos a los que dirigía sus saetas. Durante 80 años cantó al Nazareno y a otras tantas imágenes en el Arco de Santa Ana, ante el palacio del Conde de Adanero, el mismo lugar donde en julio del 2001 recibió un tierno homenaje y donde perdura una placa: "La ciudad de Cáceres a Teresa La Navera por su aportación a la saeta cacereña".

UNA CALLE CON SU NOMBRE

Pero Teresa era más que una saetera. Nacida en la calle Amargura en 1911, vecina de Caleros y portera del colegio de la Inmaculada durante 40 años, se entregó sin reservas a quienes le necesitaron: actuó de comadrona, atendió a enfermos terminales, era luchadora y solidaria. Por todo ello, el alcalde Saponi propuso ayer al ayuntamiento que una de las calles cacereñas lleve su nombre.

Fue una vida salpicada de vivencias, como la de aquel día en que comenzó a trabajar con López Montenegro en los Golfines y tuvo que atender por sorpresa al general Franco.

Cientos de personas acudieron ayer al tanatorio para arropar a su familia (tuvo doce hijos, de los que viven cinco). El funeral se oficiará hoy en San Juan (11.30).