Explota la primavera y Cáceres se expone en el escaparate. Esta tarde, cientos de womeros arriban a la ciudad feliz , llenan las pensiones cercanas a la plaza Mayor, median los hoteles y colman el cámping. Después, recorren las calles, miran y diagnostican. El turista womero tiene pinta de pobre, pero no lo es. Gasta, viaja, conoce y calibra. El turista womero vio a Springsteen en Santiago, a Prodigy en Granada y no se perdió el Rock in Río lisboeta. Ha participado en un Comenius en Austria, en un Erasmus en Finlandia y sabe comparar con criterio. ¿Qué piensa entonces el turista womero de la ciudad feliz ?

Para empezar, se sorprende de que no haya un cámping con buenos servicios cuando en Salamanca o Santiago hay hasta tres de diferentes categorías. También le resulta extraño que Cáceres siga sin autovías. Si viene en tren, constata que a la estación no llega ningún autobús, comprueba que los trenes han mejorado e incluso que pronto habrá ascensor en el paso subterráneo.

Conciertos al aire libre

Si llega en autobús, ve que la estación no para de crecer, los servicios mejoran y sí hay bus urbano. El turista womero se fija también en que Cáceres tiene un teatro y un auditorio que no envidian a los de otras ciudades, aunque falta un gran coliseo o un auditorio decente al aire libre para conciertos.

Sigue el womero paseando y ve semáforos convencionales, no son como los que ya hay en algunas ciudades que marcan los segundos que le quedan al peatón para cruzar en verde. También le llama la atención que en el centro de la ciudad no abra ninguna de las dos tiendas de ropa de precio medio más importantes de Europa: los suecos de H & M y los gallegos de Zara .

Se llevará cierta desilusión cuando entre en los bares, que no tienen nada que ver con la preciosidad decorativa de los cafés de Santiago, Segovia o Salamanca, ejemplos de hostelería de primera. Eso sí, su bolsillo se sentirá aliviado en cuanto descubra lo fácil que es comer barato de bocata , de pizza, de raciones...

En la balanza de los peros colocará la tibia peatonalización, los autobuses no ecológicos, la carencia de aparcamientos públicos, la falta de museos monográficos que le entretengan, la poca imaginación para aprovechar leyendas locales que podrían amenizar las visitas monumentales... En la balanza de lo positivo situará la limpieza, las zonas verdes, las pastelerías, el párking de caravanas...

Si compara con otras ciudades semejantes en habitantes, belleza y turismo, el visitante echará de menos más librerías de categoría, más cines, más tiendas de discos, mejores y más vistosas oficinas de turismo, más tiendas de regalos bonitos, originales y ajustados de precio, más vida en la parte vieja y más restaurantes pijos de 15 euros que, por extrañas razones, en Cáceres no existen.