Puente de San Francisco. Diez de la mañana. Ruido infernal, tráfico descompuesto, prisas, jaleo, colas, estrés. Caminas cien pasos, llegas a las traseras de la clínica vecina y Cáceres parece volver a los orígenes. Estampas medievales: once personas hacen cola para coger agua en Fuente Fría, un vecino apaña higos con un palo de una higuera que es de todos, dos señoras van a comprar tomates a la huerta de Regino.

De la mata a la cesta. En pleno siglo XXI y a un paso del centro de la ciudad, huertas feraces regalan su cosecha de verano. Regino Acedo está agachado entre las tomateras. "Estoy recogiendo mercancía para llevarla mañana al mercadillo de Aldea Moret.". Regino y su hermano Telesforo viven de estas tierras de la ribera del Marco que su abuelo compró hace cien años. Muy cerca, su primo Marino también cultiva estos huertos que llaman del Moral.

"¿Qué tiene usted Regino?", preguntan las señoras. Y el hortelano, como en el anuncio, recita la carta de verduras: "Que tengo de ´to´: albahaca, pimiento, berenjena, calabacín, puerros, acelgas, zanahorias, lechugas, cebollas, ciruelas, higos, todo recién recogido".

ENTRABAN A ROBARME

Regino cuenta que ya no tiene granados. "Es que entraban a robármelos, sabe usted, y lo malo mo era eso, sino que pisaban todo y formaban un buen estropicio". Pero dentro de nada, Cáceres se quedará sin berenjenas autóctonas. Los cacereños podrán pasear desde el Espíritu Santo hasta la carretera de Trujillo por el paseo fluvial del Marco. A cambio, desaparecerán los huertos de los Acedo.

"Yo ya he vendido las tierras a una empresa, me han pagado y éstas son las últimas cosechas. El ayuntamiento nos ha dado unos terrenos por las traseras de los colegios de Llopis Iborra y allí construiremos pisos y los venderemos. Tengo 65 años y no me da ninguna pena, vamos a quedar muy ´desenredaos´", confiesa.

Las vueltas que da la vida. ¿Quién les iba a decir a Regino y a Telesforo que iban a dar este salto sin red: de hortelanos a promotores inmobiliarios? Sin embargo, el operario del vivero municipal de Fuente Concejo seguirá como hasta ahora. Eso sí, sin vivero.

"Cuando le pido material al encargado me dice que para qué, que esto se va a convertir en parque dentro de nada". Siguiendo la corriente de la ribera del Marco hemos llegado a esta fuente que no se ve. "Digo yo, es mi entender, que podían limpiar la fuente y que el agua fuera al arroyo por un caño y no como está". El empleado municipal propone y el concejal dispondrá, pero algo de razón lleva porque lo de Fuente Concejo es sólo una manera de hablar: la fuente está enrejada, encarcelada y oculta.

Seguirá después el paseo del Marco hasta la carretera de Trujillo. A partir de ahí, lo que se ha construido es un colector para las aguas residuales. Lo malo es que las obras han repercutido en la cosecha de verduras veraniegas de los Rebollo.

Después de la facultad de Empresariales, más allá de la Mejostilla, una lengua verde y fresca se distingue desde la carretera de Monroy. Son los últimos huertos de la ciudad, los más fértiles. De ellos vive la familia Rebollo, que los tiene en propiedad o arrendados a Manuel Checa.

Estas huertas seguirán. "No me iré de casa, a mí que no me echen, si quieren pasear por un parque, que se vayan a Cánovas". Josefa, matriarca de los Rebollo, es tajante. Sabe que su casa no la van a tocar, pero por si acaso, grita bien alto su no me moverán.

"La huerta donde trabaja mi hijo no la van a quitar, pero las obras del colector le han fastidiado la cosecha", se lamenta. "Las patatas han salido ridiculinas, los pimientinos han sido tan chiquininos que allí están sin venderse y mi hijo, con cuatro niños, tiene que pagar el seguro del coche, los recibos, y no tiene extraordinaria".

Josefa ya iba a vender sus verduras al mercado cuando éste se levantaba en la plaza Mayor. Cuando se alaba el verdor refrescante de sus campos, ella ni se inmuta. "Mire, yo ya soy muy mayor, cobro mi vejez y estoy muy harta de los chotos, de las huertas y de todo. A mí, lo que me gusta es sentarme en mi casita y descansar".