Nunca la calle es más nuestra que cuando salimos a compartir en ella. Sobre todo compartir alegrías, con tranquilidad, sin ajetreos ni tensiones. Recientemente, viendo pasar la cabalgata de San Jorge y el dragón pensé que ese es el Cáceres real, el popular, el cultural, el de la calle, donde gentes de toda edad y condición social disfrutan con la vieja comedia de la vida. Los fuegos artificiales, la música y el desfile de unos moros y cristianos que únicamente usan la espada para acompañar el sonido festivo y atemorizar a los niños que ríen y ocultan la cara con susto fingido.

La calle que, muchas veces, ve pasar nuestro estrés diario, nuestra prisa, nuestra agresividad... nos decía al paso de San Jorge que dejemos penas y afanes y disfrutemos de lo sencillo, de la fiesta compartida, del calor de la humanidad apiñada y alegre. Unos comen pipas, otros sacan fotos, los de más allá no pierden detalle y corean los saltos y piruetas. Y en la cola la banda de música, marcando el paso mientras toca, toca y toca la música de la calle.