Un total de 414 extranjeros decidieron asentarse en la capital cacereña el pasado año. Se trata de la cifra más alta desde 2008 (entonces fueron 477) y de la segunda mayor desde que comenzaron a analizarse estos movimientos en 2004 por parte de la Sección de Estadística y Registro del ayuntamiento. De hecho, en 2019 se duplicó el número de extranjeros que residen en Cáceres: ya son 3.111 respecto a los 1.515 que se contabilizaban en el primer informe hace quince años. Su presencia es pequeña respecto a otras ciudades, pero hay un hecho cierto: «El que viene a Cáceres, viene a quedarse. Les gusta esta ciudad», explica Mamen Gómez, responsable del programa de Inmigrantes de Cáritas Diocesana de Coria-Cáceres.

Resulta curioso que entre los 3.111 extranjeros que residen en Cáceres (1.443 mujeres y 1.668 hombres) haya hasta 89 nacionalidades de todos los continentes, desde Isla Mauricio a Finlandia, desde Japón a Burundi, y desde Filipinas a Palestina. De ellas, ocho superan la centena de ciudadanos: Honduras (388), Colombia (251), Marruecos (235), Rumanía (234), China (223), Venezuela (154), Portugal (145) y Brasil (134).

En 2019 destacó sobre todo la fuerte subida de los venezolanos, que duplicaron en un solo año su presencia en la ciudad (un aumento del 116%). También se incrementó especialmente la llegada de colombianos (49%) y de hondureños (26,7%), que ya forman la mayor comunidad, por cierto muy integrada. Los marroquíes apenas subieron un 6% y están reduciendo su presencia en Cáceres desde 2014, quizás por las mayores trabajas de su país a la hora de tramitar visados, incluso para los que ya tienen su familia en España.

Otra nacionalidad que pierde peso son los rumanos, que caen incluso un 4% en 2019. También los chinos descendieron un 6% en Cáceres el pasado año, aunque su número fluctúa. Los portugueses sí ganan otra vez terreno (9% en un año) pero muy por debajo de la importante presencia que tuvieron en Cáceres hasta 2016, ya que la mejora socioeconómica de su país ha motivado su retorno. Asimismo, los brasileños se incrementaron un 15% en 2019, un alza bastante elevada para una comunidad generalmente estable.

«Este aumento generalizado en la llegada de personas extranjeras es el reflejo de los conflictos y la inestabilidad que están viviendo algunos países. Desde 2015 ha habido un alza en las solicitudes de protección internacional a nivel mundial, que se duplicaron en 2019 en España. Aunque Extremadura registra uno de los menores índices de inmigración, el reparto de esas solicitudes también ha elevado sus cifras», destaca la responsable del programa de Inmigrantes de Cáritas Coria-Cáceres, donde se atiende a numerosas personas recién llegadas, «sobre todo mujeres solas, por ejemplo de Honduras, que han dejado a menores y otros familiares en su país para buscar un empleo», subraya.

Cáceres no suele ser una ciudad de paso. Muchos deciden quedarse «por su tranquilidad, sus precios, su tamaño, su seguridad, su comodidad, su acogimiento... Dicen que aquí se vive muy bien y que el coste de vida es asumible, incluso el acceso a una vivienda. En Cáceres cuesta un piso lo que en Madrid una habitación», señala Mamen Gómez. «Además, los extranjeros que se asientan en la ciudad valoran estas ventajas y se las comunican a familiares y amigos. Incluso las personas que acuden a campañas agrícolas a distintas provincias mantienen aquí su residencia, su vínculo», desvela.

De hecho, «más del 95% de las personas que atendemos en Cáritas vienen en edad laboral, a trabajar, a darlo todo», afirma. Es cierto que algunos llegan ya acompañados de sus familias. Según los datos del ayuntamiento, el 77% de los extranjeros residentes en la ciudad tienen entre 19 y 65 años.

Aun así, «a los cacereños nos sigue costando acoger culturas distintas, todavía nos queda camino hacia la integración, pero es cierto que a medida que nos relacionamos con otras nacionalidades se reducen los prejuicios», explica la coordinadora de Cáritas.

¿POR DÓNDE EMPEZAR? / Esta organización de la Iglesia es la principal mano tendida que encuentran los extranjeros cuando llegan sin recursos. Les ayuda con la burocracia y con sus necesidades básicas en un momento de total desconcierto. «Tenemos un servicio especializado de acogida. Por ejemplo, la atención a su situación administrativa resulta básica, ya que al principio les condiciona todo, incluso sus derechos y obligaciones», advierte.

Cáritas ofrece un asesoramiento completo (extranjería, empadronamiento, sanidad...), pisos de acogida, programas de empleo y talleres formativos enfocados a la convivencia (cocina, idioma español...). Mamen Gómez destaca la importancia de esta ayuda «integral e integradora».

«El cacereño es cálido, nos sentimos en casa»

Giampiero, Jesús y Andreina son tres venezolanos que han encontrado en la ciudad una vida mejor

Giampiero Campobasso, de 37 años, es uno de los numerosos venezolanos que están llegando a Cáceres en busca simplemente de una vida. Trabajaba como coordinador en tareas de perforación y maquinaria pesada del sector el petróleo, en el país con las mayores reservas del mundo, pero solo cobraba 4 euros mensuales (equivalencia con el bolívar). «Allí si no trabajas eres pobre; si trabajas, también», lamenta. La necesidad de mantener a sus cuatro hijas, la desestabilización política y la precariedad en temas como la salud (por un ingreso de siete días en una clínica perdió sus ahorros de 6.000 dólares) le obligaron a salir del país y recaló en Madrid hace meses.

Pronto decidió trasladarse a Cáceres en busca de un lugar más acogedor. «Aquí estoy realmente bien, es una ciudad pequeña y me ofrece oportunidades. No tengo palabras para valorar el apoyo de Cáritas: me ha facilitado un piso de acogida, me ayuda con la documentación, me está formando en hostelería...», destaca agradecido.

Jesús Alvarado y Andreina Carrera también encontraron su futuro en Cáceres, pero además se reencontraron entre ellos y ahora son padres de un niño. Compañeros de estudio desde la infancia, Jesús dejó la inseguridad política, laboral y social de Venezuela para trasladarse a Barcelona, donde tenía familia. Allí, una ONG le recomendó que reiniciara su vida en Cáceres. Vino hace cuatro años.

Las mismas razones impulsaron a Andreina a viajar a España y a pedir consejo a su antiguo compañero Jesús, que le facilitó la llegada a Cáceres. Ambos también encontraron la ayuda «inestimable» de Cáritas. Andreina, que posee el título de chef, regenta hoy el establecimiento de comida venezolana ‘Venbar’, en Reyes Huertas. Jesús tiene otro empleo en hostelería. «Nos gusta mucho esta ciudad, el cacereño es cálido y nos sentimos en casa» destaca la pareja.