Isabel tiene 60 y puntos suspensivos... como dice ella mientras pasa el aspirador por la alfombra, mueve los divanes, abre las ventanas y escucha Radiolé. Por la noche traga triptófanos y a veces llora recordando aquellos años en los que bailaba en Acuario 'La vida es una tom, tom, tómbola, la vida es una tom, tom, tómbola de luzzzz y de cooolorrrr'. Luego respira, se mete en la ducha, se echa espuma en el pelo, se toma un vino, un trozo de chocolate por la tarde, ve la tele, come nueces y acaba de cambiar la disposición de un sofá de la terraza para que todo parezca menos monótono.

Ahora Isabel anda contenta, porque la semana que viene podrá dar un paseo. Ella cree que esto lo podemos superar y que en Cáceres, sí se puede. Ciertamente es un poco coñazo escuchar tanto mensaje pesimista y apocalíptico. Es cierto que las cosas andan jodidas, pero... ¿qué es más fácil, quejarse o luchar?

Esta pandemia está desvelando lo bueno de la gente. Pero también lo malo. Y lo malo son los gritos de aquellos que parece que quieren que esto no acabe, o que se resuelva de la peor manera, o de que cierren todas las empresas y muera toda la humanidad en los hospitales, y no regresen los colegios, ni los viajes, ni las caricias, y nos vayamos directamente al garete.

Cada vez que hay una noticia de este tipo, Isabel apaga el móvil, y no lo tira por el balcón de milagro. Entonces sintoniza Radiolé y baila a sabiendas de que en la tómbola del mundo ha tenido mucha suerte porque todo su cariño a su número jugó. Por cierto, qué bien cantaba Marisol.