El dato es malo y llama a la reflexión, a una reflexión profunda en busca de soluciones. Los mayores cacereños son los que menos recursos tienen del país. La situación resulta tan evidente que tres de cada diez se encuentran en riesgo de pobreza, es decir, sus ingresos están por debajo del umbral para hacer frente a las necesidades básicas. El último cálculo del Instituto Nacional de Estadística (INE) sitúa en 8.871 euros anuales ese umbral de la pobreza para un hogar de una persona. El 30% de los jubilados cacereños tienen que hacer frente a su vida con ese dinero..., o menos.

Extremadura se sitúa como la primera comunidad con mayor pobreza entre las personas mayores de 65 años, con un 28%, seguida por Andalucía, con un 23%, ambas muy por encima de la media nacional (15,6%). Así lo revelan los indicadores Habits Big Data construidos por la consultora AIS Group, en base a la información del INE. Esta falta de recursos afecta a las mujeres dos puntos más por encima de los hombres, por el perfil de una generación en la que muchas de ellas no cotizaron. Entre los mayores extremeños, los cacereños son aquéllos que sufren una tasa superior de riesgo de pobreza, con un 30%, por delante de los pacenses, con un 27%.

En general, Extremadura es la comunidad con menor renta media por persona (solo 8.503 € al año, cuando la media española llega a 11.412 €), y la segunda con mayor población en riesgo de pobreza, nada menos que un 37% si se suman todos los tramos de edad, solo detrás de Ceuta (38%).

Por provincias, Cáceres presenta la tasa más elevada de personas mayores que residen en hogares en riesgo de pobreza: casi uno de cada tres. Después se sitúa Córdoba (27%), Badajoz (27%), Guadalajara (25%) y Málaga (24%). A estas cinco le sigue un numeroso grupo de provincias meridionales. En cambio, en la mitad norte, Pontevedra ofrece la peor tasa, con un 15%, casi en la media nacional. De nuevo afloran las grandes diferencias entre Norte y Sur.

De hecho, al otro extremo de la lista, las tres provincias vascas y Navarra son las que presentan menos índices de pobreza entre los mayores (por encima del 6%), y muy cerca de ellas Soria, con un 7%; Teruel, con un 8%; Barcelona, con un 9%; y Huesca, con el 10%, según los datos detallados de la consultora AIS Group.

Sin duda queda mucho camino por andar en Extremadura, especialmente en Cáceres, ya que la erradicación de la pobreza es el primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU. Precisamente, quien más sabe de la pobreza en Cáceres es Cáritas, la ONG de la Iglesia que conoce esta realidad entre los mayores. «Las ayudas a la dependencia que se solicitan a la Administración tardan casi dos años en llegar, y mientras hay que echar una mano. Ahí tratamos de atender las necesidades de estas personas, que a veces no tienen ni siquiera recursos para cubrir los mínimos vitales», explica el director de Cáritas de Coria-Cáceres, Damián Jesús Niso.

Situaciones que dan lugar por ejemplo a la pobreza energética que sufren los mayores que no pueden calentar su hogar. «Las pensiones son bajas y no suben en relación a los precios (alquiler, electricidad, alimentos...), de modo que el poder adquisitivo se queda atrás, sobre todo en el caso de las pensiones mínimas», lamenta.

UN AUXILIO ALTRUISTA / Frente a ello, Cáritas ofrece respaldo de dos tipos. «Por un lado, nuestro servicio de ayuda a domicilio nos permite llegar a medio centenar de mayores en Cáceres, que no tienen recursos y que no han recibido las ayudas a la dependencia. Las auxiliares hacen la limpieza, cocinan, les acompañan al médico o charlan con ellos», explica el director. Por otro, la ONG cubre sus necesidades vitales en los casos más delicados: alimentación, luz, una calefacción digna... «Además, tenemos un servicio de asesoramiento a los familiares que cuidan de estas personas, porque también necesitan formación, acompañamiento, escucha...», precisa Jesús Damián Niso.

Muchos mayores llegan a estas situaciones al no disponer de fondos para ingresar en un geriátrico. Otros sí tienen patrimonio, pero el arraigo les impide dejar su hogar. Y aquí sobreviene otro problema igualmente grave: la soledad en las ciudades y la soledad en los pueblos, donde la despoblación se vuelve contra los ancianos. «Apenas salen de casa», advierte el director. En estas situaciones cobra especial importancia la figura de los voluntarios de Cáritas, que acuden a sus casas aunque solo sea para charlar, y que a veces son las únicas personas con las que estos ancianos tratan.