Antonio trabajaba en un camposanto de América Latina. A la revista ‘Vice’ le explicaba: «Yo me encargo básicamente de sepultar a la mayoría de los cuerpos que llegan a este cementerio, es un trabajo de mucha responsabilidad porque tengo los restos de familiares de toda la ciudad en mis manos, y por eso los trato como si fueran míos. No soporto exhumar a los cadáveres. A veces están llenos de agua y el olor es imposible de soportar. En mi casa, cuando llego de trabajar, mi mujer me molesta diciendo: ‘Llegó la muerte’ porque dice que siempre huelo a muerto».

De pequeño, Jesús Pérez quiso ser doctor. Como sus padres no tenían medios para pagarle la carrera, entonces se dedicó a cuidar gente, pero cuando ya había fallecido. Es hermoso, y justo, mimar a los muertos. Ellos forman parte del dormido relato de más de dos siglos de la historia de Cáceres de extraordinaria belleza, que comenzaron en el año 1843 cuando se inauguró el hermoso camposanto de nuestra ciudad.

Panteones, mausoleos, nichos y tumbas, algunas sin nombre ni recuerdo, porque incluso a la hora de morir no somos todos iguales. En el suelo, los pobres; en los nichos, la clase media-alta; en panteones y mausoleos, las familias más adineradas.

Aquí están los marqueses de Castro-Serna; aquella adolescente de 15 años muerta durante el bombardeo de 1937; Juana Elguezabal Leguinazabal, promotora del teatro Variedades, que albergó el primer cinematógrafo de Cáceres y acogió mítines políticos, o Juan Durán de Figueroa e Isabel Vaca; fundadores del convento de la Concepción, que fueron los primeros cacereños en ser enterrados en este espacio lleno de millones de energías y cuya lápida todavía se conserva a escasos metros de la entrada. Si tus pasos son curiosos te llevarán, inevitablemente, al ‘limbo’, donde reposan los niños recién nacidos y que no llegaron a ver la luz más de un día.

Sin embargo, está pasando en Cáceres, desde hace años, que el ayuntamiento no cuida como debe el camposanto. Siempre digo que desde que Pope, Joaquín Rumbo y Miguel López dejaron de ser concejales de Obras esto va a cuesta abajo y sin frenos. Hace unos días leí un escrito de la cacereña Guadalupe Domínguez Muñoz que me impactó. Decía esto: «Ayer enterramos a mi suegra y, además del momento triste que supone, cuando nos llevaron al lugar donde se depositó el ataúd, era la zona más antigua del cementerio. Nos llevamos esta desagradable impresión: paredes desconchadas, escalones rotos... peor que en una película de terror. Después de informarnos de que todo dependía del ayuntamiento, esta mañana nos hemos personado en el mismo para hablar con el concejal de turno. No nos ha podido recibir. ¡Viva esa campaña de cercanía! Que podía ser verdad, pero nos podía coger nota y recibirnos en otro momento. Bueno, mi pobre suegro, aparte de su pérdida, casi se desmaya al ver el lugar donde se depositan los restos de su mujer después de 63 años juntos. Por favor, que tampoco es tan difícil adecentar esto ni cuesta tanto dinero».

Yo, sinceramente, no sé si cuesta más o menos arreglar el cementerio. Pero creo que hay prioridades que deben estar por delante de cualquier otra cosa. Siempre tendemos a pensar que lo nuestro es lo más importante y que los políticos utilizan el dinero (nuestro dinero) en cosas que en ocasiones pueden esperar.

A mí me parece muy bien todo el asunto de la procesionaria (han limpiado más de 200 árboles en la ciudad, con una media de quince nidos en cada uno), y todo lo de pintar la señalización del carril bici (que por cierto ha tardado en borrarse dos días) y lo de poner en activo la fuente de la plaza Mayor. Que todas estas medidas son estupendas, pero lo que me parece una verdadera vergüenza es que el cementerio de la ciudad se encuentre en tan penosas condiciones y que, además, ello haya provocado una pelea de gallitos entre los concejales del PSOE y del PP. En lugar de tirarse los trastos a la cabeza, deberían actuar y hacer algo en el camposanto, porque esas imágenes difundidas por Guadalupe Domínguez son directamente inadmisibles.

El viaje

Yo les invitaría a estos concejales del ayuntamiento que nos gobiernan a que se den un paseo por los cementerios más bonitos del mundo. Comencemos: El de Chiclana de la Frontera, en Cádiz, tiene 42 hectáreas y asombran sus enterramientos en praderas, al más estilo tradicional estadounidense. Le sigue el de Comillas, en Cantabria, de arquitectura contemporánea y líneas rectas revestidas de materiales que nacen de la misma tierra. A él se añade el cementerio de El Masnou, en Barcelona, un auténtico museo al aire libre diseñado en 1860 por el arquitecto municipal Miquel Garriga i Roca,

El pequeño y recoleto cementerio de Fuentespalda, en Teruel, destaca por la recuperación por parte del ayuntamiento de un magnífico conjunto de estelas funerarias discoideas que presidieron las tumbas del antiguo recinto y que, pese a tener solo dos siglos de antigüedad, mantienen la tradición simbólica medieval de estas lápidas tan específicas de Aragón.

El cementerio de Torrero, en Zaragoza, es el más grande de Aragón. Está situado a 280 metros del nivel del mar y todas las culturas y religiones son acogidas para dar sepultura a sus fallecidos. Y, cómo no, el cementerio alemán de Cuacos de Yuste, un camposanto militar localizado en las proximidades del monasterio de la comarca cacereña de La Vera en el que están enterrados muchos de los soldados, aviadores y marinos alemanes de la Primera y Segunda Guerra Mundial que llegaron a las costas y tierras españolas debido a naufragios o al derribo de sus aviones.

Ahora nos hemos enterado de que las obras de ampliación del cementerio de Cáceres llevan dos meses paralizadas y que el antiguo se cae a pedazos. Miremos a Grecia, a Roma, a nuestras antiguas civilizaciones, donde el entierro digno de los difuntos era uno de los pilares fundamentales de las creencias familiares. Recuerdo, hace ya muchos años, a la madre de una joven de Almendralejo a la que habían asesinado. A diario, con su hamaca, acudía al camposanto. Buscaba refugio, explicaciones a la barbarie que le había arrebatado a su hija. Cuando se trata de muertos ¿no creen que deberíamos ser un poquito más humanos?