El pasado miércoles cientos de globos de color rosa se elevaron en el cielo de Cánovas. Era el colofón a un acto de concienciación organizado por la Asociación contra el cáncer. Yo mismo solté un globo con el que uní al mensaje de confianza que trataban de enviar al mundo entero: «El cáncer de mama se puede vencer». Muchos establecimientos comerciales colocaron en sus escaparates un lazo del mismo color y otros lazos lucieron en muchas solapas de cacereños con los que añadían otro mensaje: «Pero no te descuides. Debes estar vigilante». Era un acto en el que se reconocían los avances de la medicina en este campo que ha logrado una supervivencia casi total cuando se detecta a tiempo. Me produjo una profunda emoción encontrar allí las mismas caras que llevo viendo desde hace muchos años pues eso significa que estamos en el buen camino para combatir este mal paso al que conducen la genética y los malos hábitos en muchas mujeres y algunos hombres y me reconfortó escuchar las palabras de algunas: «Hace veinticinco años que me operé».

Otras aún más. También había caras nuevas y quiero creer que la alegría, la buena salud, la fortaleza y la seguridad en sí mismas que mostraban las mujeres que llevan años viviendo una vida normal tras haber superado el incidente les insuflará ánimos y les reforzará su resiliencia. La mayoría de las presentes, voluntarias de la asociación, no se conforman con luchar contra su estado y superarlo sino que contribuyen a que quienes comienzan a padecer la enfermedad tengan un referente saludable que las anima a ser fuertes, a luchar y a superar lo que parece una amenaza insuperable. «Si yo lo he superado también tú lo podrás hacer».

Había algunos hombres, pocos para lo que necesitan estos casos pues sabido es que el primer brazo sobre el que se apoya una mujer que padezca esta enfermedad y el primer hombro sobre el que descansar su cabeza es en muchas ocasiones el de su compañero. Esta guerra la ganamos entre todos.