Es cierto que en la vieja España - la de las «leyendas negras» y los brillantes «caudillos» - nunca se exigió calidad intelectual ni honestidad política a los «validos» y «favoritos» cortesanos, para entregarles el poder y el gobierno de los estados por parte de sus soberanos; ni se les escogía por sus habilidades para implantar la paz o el progreso entre sus súbditos.

No es momento de revisar los méritos de don Beltrán de la Cueva o de sus habilidades para gobernar; ni los que se le atribuían a Fernando de Valenzuela, en la Corte de Carlos II - a quien se nombró «Primer Ministro» -; o a Manuel de Godoy en la de Carlos IV. En todos estos casos, solamente se midieron sus méritos en el lecho de la reina, para confiarles los más amplios poderes legislativos y ejecutivos.

Pero hoy en día - a comienzos del siglo XXI y en los inicios del III Milenio - creo que los españoles deberían espabilar, y demostrar por métodos democráticos que ya no son tan torpes como en aquellos tiempos pasados, supuestamente superados. Pues saben usar los caminos que les dan las libertades y las urnas electorales para elegir con acierto a sus legisladores; evitando el bochornoso espectáculo que hoy están dando notables políticos actuales, que entraron en las delicadas funciones de la Administración del Estado sin que nadie les pidiera cordura, conocimientos sobre los complejos temas que iban a gestionar, ni honradez; cualidades que ellos juraban tener, en plena «campaña electoral», para gestionar rectamente los asuntos y los recursos económicos que eran propios del pueblo; y que solo el pueblo tiene derecho a recibir, con equidad y justicia, en forma de servicios ciudadanos.

Los mismos sectores políticos - hoy censurados y criticados por sus repetidos «deslices» de corrupción, deshonestidad y mendacidad en sus tareas públicas, - suelen «echar la culpa» de sus propios «pecados» a quienes les antecedieron en la gestión de las tareas estatales. Ya no solamente el «sector asnarista»- con varios Ministros de su gobierno imputados y procesados - sino que el nuevo «líder» de su formación política y sus «portavoces» de recambio, culpan a los «viejos socialistas» de la situación crítica del país; acusándoles de ignorancia, incapacidad e indolencia para llevar a buen puerto a la «vapuleada» nave nacional.

A nadie se le ha ocurrido pensar que para cualquier tarea, para todos los «oficios» - incluso para los manuales - y para poder desempeñar cualquier responsabilidad que exige la vida social, cultural, política o económica, es necesario, previamente, contar con una preparación intelectual, con una experiencia profesional y con una honradez a prueba de «clientelismos», «caciquismos» o ambicioncillas ramplonas. Preparación que ellos no poseían, como ha quedado demostrado posteriormente, al analizar sus carreras - mayoritariamente «convalidadas» - sus «masters regalados» y la cantidad de «estudios virtuales» realizados en «Universidades virtuales» y con «calificaciones» igualmente «fantasmagóricas».

La solución ideada ahora por los políticos «farulleros» y carentes de razones es hacer mucho «ruido» con acusaciones infundadas en «medios» y «pasquines»; denuncias de «chichinabo» en los juzgados, o con peroratas vacías de contenido en los parlamentos y senados; que deberían ser «templos de la verdad»; pero que ellos han convertido en «corralas» de comedias y esperpentos teatrales.