Una anciana cacereña telefonea a su hija: "Estoy en casa de tía, en la calle Moros. Vente y me esperas con el coche en las Cuatro Esquinas que vamos por Zapatería Baja a aparcar en la Audiencia y subimos a la calle Cortes a ver unas telas". La hija llama a su marido y le comenta: "Mi madre está en casa de tía, en Margallo. Voy a recogerla a la plaza del Duque aunque bajaremos por Muñoz Chaves a ver dónde aparco y subiremos a Moret a por unos retales". En muchas casas cacereñas se utiliza el doble callejero: los mayores siguen empleando los nombres que conocieron cuando jugaban en las plazas y se moceaban por las callejas; y las nuevas generaciones se guían por los nombres de hoy, los que aparecen en Google Maps, aunque a fuerza de oírlos también conocen la calle Oscura o de la Pulmonía.

La capital cacereña ha cambiado los rótulos de muchas de sus calles durante el siglo XX, creando ese doble lenguaje generacional. Los historiadores Francis Acedo y José Manuel Martín Cisneros dan cuenta detallada de todas estas modificaciones, que también se han producido en el resto de ciudades españolas y europeas, tan vapuleadas por guerras, cambios de regímenes y otros conflictos en la convulsa centuria pasada.

La calle cacereña por excelencia, Pintores, fue denominada Alfonso XIII, más tarde Pablo Iglesias (durante la República), y después Generalísimo Franco (tras la Guerra Civil). "Pero hay calles con nombres de regusto popular que la superioridad trató de eliminar y que perviven en la memoria", explica José Manuel Martín Cisneros. Por esa razón, Pintores fue, es y seguirá siendo Pintores. "Del mismo modo, nuestra plaza Mayor se llamó de la Constitución, de España, del General Mola y siempre la plaza", detalla el historiador.

Cánovas, con los tiempos

Cánovas, por supuesto, no ha sido ajeno a estos vaivenes. "Fue bautizado así en 1897, tras el asesinato del primer ministro Cánovas del Castillo, pero hasta entonces había tenido otros nombres: Paseo de las Afueras de San Antón, Avenida del 2 de Mayo y Avenida de Armiñán", relata Francisco Acedo. Durante la República tomaría el nombre de Paseo de Asturias hasta que, ya en la Guerra Civil, recuerda el historiador, un tramo sería denominado Paseo de Calvo Sotelo (de San Antón a la estatua de Muñoz Chaves, donde hoy se ubica la Fuente Luminosa), y el resto ya quedó como Cánovas.

El casco viejo está lleno de calles a las que los mayores todavía se refieren con sus viejos nombres. Por ejemplo Cortes, tan popular y tradicional, fue rebautizada como Moret en memoria del impulsor de las minas cacereñas. Asimismo, muchos se siguen refiriendo a General Ezponda como la calle Empedrada, porque fue la primera que se pavimentó en la ciudad. "Muy cerca, la parte baja de la plaza de la Concepción (colegio de arquitectos) se llamaba la calle de la Cadena, y Alzapiernas se conocía como la Piedad Baja, siendo la Piedad Alta la actual calle Maestro Angel Rodríguez", detalla Francisco Acedo.

Otras vías típicas, cuyos nombres hoy parecen muy tradicionales, no lo son tanto. José Manuel Martín Cisneros recuerda que el primer tramo de Donoso Cortés se denominaba de las Grajas por residir allí la familia de don Gregorio Grajos; y Roso de Luna llevó tras la guerra el nombre de Falangista Javier García. Sergio Sánchez se llamaba de los Carniceros; Pizarro era de Don Juan Solana; y Clavellinas fue al principio de Santo Domingo Soriano por ubicarse allí dicha ermita, aunque siempre se le conoció como Rabo de Gato por su forma sinuosa. En la misma zona, ante la ermita de la Soledad, estaba el Altozano.

La plaza de San Juan era la Corredera de San Juan y estaba dividida en Corredera Alta y Corredera Baja. Desde allí hasta la plaza Mayor se abrió en los años 20 la Gran Vía, que tras la guerra amplió su nombre agregando 'de los Defensores del Alcázar de Toledo'. Hasta entonces la zona era conocida como Piñuelas Bajas, pero a partir de la apertura de la nueva avenida solo quedaron las Piñuelas Altas, hoy plaza de Publio Hurtado. La pequeña cuesta con barandilla se llamó Callejón de Ovando.

Laberinto de 'Zapaterías'

Al norte de la plaza Mayor, la plaza del Duque sigue siendo conocida por su antiguo nombre: las Cuatro Esquinas. La actual calle Muñoz Chaves, que une este punto con la Audiencia, se dividía hace décadas en dos tramos: Zapatería Baja (hasta el cruce con Moreras y Camberos), y Peñas (de ahí hasta San Blas). La actual calle Zapatería (del Socorro a la plaza del Duque) era entonces Zapatería Alta para distinguirla de la anterior. Pero además estaba la calle Zapatería Nueva, ahora Gabriel y Galán (del Duque a la plaza Mayor). Muchos mayores dominan a la perfección estas calles imposibles para las nuevas generaciones.

Más cambios: el Arco de España fue Arco del Rey hasta la República. El Arco de San Blas hacía referencia al pequeño tramo desde la confluencia de Sande y Peña hasta la avenida de San Blas. Camberos también se llamó la calle Oscura.

Otro clásico: la calle Moros. En

1893 se rebautizó como General Margallo a causa del sentimiento antimarroquí que levantó la Guerra de Marruecos, y se le dio el nombre de este militar muerto en Melilla. Pero para muchos siempre ha sido la calle Moros. En la misma zona estaba la calle Barrio Nuevo, que se trazó limitando las dos parroquias de San Juan y Santiago. Pues bien, en 1904 se rebautizó como Canalejas durante la visita que este político realizó a Cáceres. Más tarde se llamaría José Antonio para volver a su denominación de Barrio Nuevo hace algunos años. Por cierto que entre ésta y Margallo se sitúa la Travesía de Palafox, antes Travesía de Moros.

Los cambios no acaban. Peña Redonda fue plaza de Italia y más tarde de Antonio Canales. Hernán Cortés se conocía simplemente como La Ronda, y al Paseo Alto se le llamaba Cerro del Teso, aunque el nombre oficial es Paseo de Ibarrola.

En la Ciudad Monumental, la calleja del Moral, subiendo del Arco del Cristo hacia San Antonio, se conocía como Barrio Gitano. Los callejones de Don Alvaro y Doña Lola en realidad no tuvieron nombre hasta que se les bautizó así por el presidente de la Diputación y su esposa (Alvaro Cavestany y Dolores Carvajal). La calle Amargura, de triste denominación por el cementerio de Santa María, se llamó también la portería de Jesús por estar allí situado el convento de las religiosas Jerónimas (hoy Diputación).

De norte a sur

Los cambios se produjeron por toda la ciudad. La antigua carretera de Monroy pasó a llamarse Ronda de San Antón y luego calle Alfonso IX. Parras se denominó un tiempo avenida de Cervantes, y la Ronda del Cementerio se convirtió en Avenida de las Delicias. Estas modificaciones han continuado década tras década: la calle Millán Astray (parque del Rodeo) cambió a Pablo Naranjo, y el primer tramo de la carretera vieja del Casar se rotuló como Avenida de las Lavanderas. General Yagüe ahora es Obispo Ciriaco Benavente, y el primer tramo de la carretera de Mérida se llama Avenida Juan Pablo II. Capitán Luna ha pasado a denominarse calle Ceclavín.

Generalmente se han mantenido las calles alusivas a profesionales destacados y gentes de las letras y las artes, también las de políticos que no han formado parte de un conflicto bélico: ahí está el caso evidente de Primo de Rivera, que da nombre a una de las principales avenidas.

Otras vías conservan los nombres que les dio el pueblo pero que nunca fueron oficiales. Los mayores hablan de Gómez Becerra como la calle de la Pulmonía, o de Motril como cuesta de Mirín. Todo el mundo identifica las Acacias con la avenida Virgen de Guadalupe, y muchas generaciones no quedan en la esquina de Cánovas con Virgen de la Montaña, sino en la esquina de Galet.

Sin embargo, hay calles que han acabado por desaparecer con el empuje del urbanismo, como las ya citadas Piñuelas Bajas que dejaron espacio a la Gran Vía, o el barrio del Resbalón que dio lugar a Casas de Cotallo, en el lateral del Gran Teatro (la cuesta debía estar igual de empinada). La calle Carrasco también sucumbió al reordenarse la Ronda del Cementerio.