El verano parece que ha llegado porque ha empezado a hacer frío. Y no es para menos porque, ¿qué hogar cacereño no cuenta ya con sus buenos aclimatadores? Los aparatos de aire acondicionado se han apropiado de los balcones y de las fachadas, de las vitrinas y los escaparates. Aquellos veranos no tan lejanos en el tiempo eran los meses de las puertas abiertas, de las persianas que dejaban correr un tenue hilo de frescor. Hoy no. Puertas y ventanas se cierran a cada paso y los armarios ya no guardan los edredones y cobertores de entretiempo.

Aquellos veranos de las siestas y orinales, de silencios impuestos, de gazpachos y sandías, de peros y albercas... han sucumbido al cambio climático de los ´fujitsu´ y ´panasonic´, de los modernos aparatos que permiten alargar el invierno hasta la llegada de éste.

La jícara de chocolate ya no se derrite sobre el ule de la mesa camilla, la sopa se enfría y la mayonesa no se corta. Son las ventajas de un nuevo clima que ha dejado atrás las horas en vela por el sopor, el recurso del botijo y la obsesión por la sombra.

El chorro de aire frío ha hecho olvidar aquella flama que burlaba las largas y sinuosas esterillas y las moscas pegadas en el ´orion´ de la carnicería. No hay duda: corren otros tiempos.