Desde hace un par de días, Alejandro e Iván se levantan bien temprano, a las ocho de la mañana, y acuden a trabajar hasta el Sprinter de La Mejostilla. El primero lo hace en la sección de zapatería. El segundo pone alarmas y etiquetas en la ropa y la coloca en los almacenes. Cumplirán 160 horas y ambos se muestran encantados con sus nuevas prácticas, que finalizarán el 23 de diciembre, en vísperas de Navidad.

«Este trabajo no lo había hecho nunca, pero hay que aprender de todo. Es un oficio igual que otro cualquiera», afirma Iván, que, hasta ahora, había pasado 11 años como jardinero. Alejandro también había desempleado ese mismo oficio aunque, matiza, durante mucho menos tiempo. «Este es un trabajo muy bonito. Otro mundo», dice.

Alejandro e Iván confirman, además, que la relación con sus compañeros es bastante buena. «No tenemos ninguna queja. Nos hemos adaptado bien», corroboran frente a una estantería del Sprinter repleta de ropa deportiva. Y su jefe, aunque llevan pocos días en el cargo, también alaba su adaptación. «Me han sorprendido positivamente. Captan la idea muy rápidamente y muestran mucho empeño en hacer las cosas», describe Valentín Vinagre, responsable de tienda.

Alejandro e Iván han accedido a estas prácticas gracias a Plena Inclusión Extremadura, al programa Sofil (Servicio de Orientación, Formación e Inserción Laboral dirigido a personas con discapacidad intelectual y/o del desarrollo) de la Junta y a la colaboración de Aspainca Cáceres. Pero, en el trabajo, la discapacidad es inapreciable. H