Etl arroyito que desde el Camino de la Cumbre baja hasta el Tajo por el venero previo a canchal de Moleón, aún lleva agua corriente, alegre y saltarina. ¡Quién nos diría, en el pasado y reseco otoño condenado, que oiríamos el son del agua de nuevo y que acecharíamos a la zorra cabe la melodía de las corrientes puras, cánoras y cristalinas!

Nos tocó el puesto casi abajo, y por ende, estábamos allí, enfrente del formidable farallón de la fortaleza o muralla del Castillo, casi anonadados por tan espectacular paraje. Moleón es un fragosil imposible que, recuerdo cuando antaño cazábamos al salto, apenas nos dejaba pasar por su costado de ribero, que se cierne en precipicio sobre las aguas profundas del embalse.

No llegó la zorra. Las escopetas de Las Carbajas dieron buena cuenta de alguna que otra. De los altos se descolgaron dos parejas de perdices, cuyo vuelo planeador nos embobó y embelesó en la quietud de la acechanza. Y al cabo, cartuchos del doble cero a la cartuchera y la herramienta a su funda para reposar de nuevo.

Vuelta a casa y vamos a por la reconfortante noticia que nos brindó nuestro paso por los andurriales camineros de Alconétar. Veamos.

La calzada romana, sí señor, la que pasa por Norba, El Casar y luego llega a Túrmulus, entre el Almonte y el Tajo, hay un momento, al asomarse al ribero del primero, que prácticamente desaparece, cortada por la carretera N-630; luego se sumerje en las aguas de lo que es hoy embalse y aparece allá, al otro lado del Tajo, por lo que hoy llaman Miralrío, cruza de nuevo la N-630 y asciende hasta las estribaciones del Cerro Garrote para irse en pos de Cañaveral. Bien.

Los caminantes peregrinos que pronto, cuando los fríos templen y asome primavera en lontananza, empezarán a pasar por donde los vemos, y cada vez con más frecuencia, llegarán a Alconétar y, ¡menos mal! ¡gracias a Dios!, tendrán ahora más facilidad para pasar la cuenca de ambos ríos sin perderse ni desorientarse por los derroteros y puentes de dicho paraje.

No sabemos quién, lo mismo nos da, o qué administración, Obras Públicas, la Junta o quién sea, han tenido la felicísima ocurrencia de colocar junto a la carretera unos estupendos carteles indicadores del Camino de Santiago, con la silueta del caminante y con una vieira amarilla sobre fondo azul, tal como la que los Amigos de la Vía de la Plata marcamos el paso de la calzada por las calles de Norba.

No sabemos a quién hay que darle las gracias, pero vayan muchas y miles para los que han tenido tan feliz ocurrencia. Todo lo que hagamos por el resurgimiento del viejo Camino Mozárabe de Santiago será poco, y más ahora, año santo compostelano.

Un minuto, sólo un minuto en recuerdo de aquellos ingenieros y esforzados trabajadores romanos que construyeron, ¡y con cuánta sapiencia, tino y sabiduría!, el camino que iba desde Mérida hasta Astorga, o desde Sevilla como quieren algunos.