Miguel Jiménez y Nicolasa Avilero eran oriundos de Plasenzuela, donde trabajaban en el campo por cuenta ajena. La pareja tuvo 13 hijos: Macario , Patricio , José , Catalina , Pablo , Encarna , Paquita , Isidora , Matilde y así hasta 13. Casi todos los hijos de Miguel y Nicolasa se vinieron a la capital con la intención de labrarse un futuro mejor. Paquita, que se casó con Pablo Criado , que trabajaba en Abastos, tuvo una peluquería en la plaza; José tenía una carbonería frente a Santo Domingo; Pablo trabajó en la sección de Obras de la diputación; Catalina se casó con Cipriano Barra , que trabajaba en la Eléctrica; Isidora era soltera, y Matilde, que era peluquera, vivía en Madrid.

De todos los hijos que Miguel y Nicolasa tuvieron, sin duda que Macario fue uno de los más conocidos en la ciudad. Comenzó Macario trabajando con su hermano José en las carreteras pero un día mientras machaban almendrilla (piedra machacada, usada en la reparación de carreteras), Macario tuvo un accidente por el que recibió una indemnización, dinero que pensó que sería bueno utilizar en emprender un negocio. Y optó por el de la carbonería, así que alquiló una cochera que doña Joaquina Montenegro tenía muy cerca del actual Colegio Mayor Francisco de Sande, y allí puso su primera empresa.

En ella se dedicaba Macario a la venta del carbón, que compraba a productores cacereños, que también le servían cisco (pequeños pedazos de carbón vegetal) y picón (carbón vegetal muy menudo utilizado para los braseros). El negocio de Macario iba prosperando, de manera que poco a poco se fue independizando hasta convertirse en productor y mayorista.

Para ello, Macario contactó con Montenegro , propietario de Las Golondrinas, y con don Luis Pérez Córdoba , dueño de La Zafra, y logró quedarse con la leña de ambas fincas, buscó su equipo de carboneros y llegó a tener hasta 60 obreros a su cargo. Con el primer capital que consiguió reunir compró una casa en el número 10 de la Puerta de Mérida con la intención de ampliar su negocio.

Corría el año 1936 y para entonces Macario ya estaba casado con Francisca Martín Rodríguez , hija de Juan y de Antonia , dedicados a las tareas del campo y oriundos de Talaván. Juan se había casado con Antonia en segundas nupcias, con quien además de Francisca tuvo otros tres hijos: Leandra , Antonia y Angel . De su primer matrimonio tuvo dos hijas, Sixta y Fidela .

De muy jovencita, Francisca dejó Talaván y se vino a Cáceres, donde se puso a trabajar como empleada de hogar en las casas del coronel Federico Serradell y de Las Manolitas , célebres peluqueras de la calle Clavellinas. Francisca se casó a los 20 años con Macario, que tenía 25. Cuando en 1936 iniciaron la obra de la casa de la Puerta de Mérida, la pareja estuvo un tiempo en una vivienda de alquiler que doña Marcela tenía en la plaza de Santa Clara, hasta que en 1938 estrenaron su nuevo hogar, en el que vivieron felices junto a sus seis hijos: Matilde , Angel , Isabel , Amalia , Macario y Francisco .

La casa de la Puerta de Mérida tenía tres plantas. En los bajos, Macario instaló la carbonería y un despacho. Arriba estaba la cocina, el comedor, una sala y la alcoba de la pareja. En la tercera planta tenían tres dormitorios y un cuarto de baño que hasta disponía de agua caliente, bañera y bidé porque Macario contaba con una cocina económica en la carbonería que funcionaba día y noche. La casa también disponía de una terraza en la azotea.

El barrio

Era muy feliz aquella vida en la Puerta de Mérida, un barrio en el que vivían igualmente Marcos Mariño Báez , don Diego Crehuet y su mujer, Eugenia , que era francesa, Alfonso Bustamante , Joaquina Montenegro , Luisa la comadre , Manuel Mora , que era policía de tráfico, Jaime Milán y Las Colchoneras . En la calle Ancha residían los Silos , y en la Casa del Pueblo vivían los Melchor González , que eran varios hermanos: Mimi , Julio , Antonio , que era capitán de la Guardia Civil, y Beremundo . También vivían por allí la señora Constanza , Francisco Villalón , que era policía secreta, y Luciano Tejedor , que era cartero.

En el barrio estaba el comercio de Alvarito Valcárcel , el señor Mariano , la churrería de la señora Petra y un poco más allá, en Pizarro, el comercio del señor Manuel Falcón . Desde la Puerta de Mérida, Macario logró convertirse en uno de los productores y exportadores de carbón vegetal más importantes de la capital, de la que a diario salían ciento y pico de vagones con mercancía que se enviaba a Barcelona y Valencia porque después de la guerra el carbón se había convertido en la principal fuente de energía del país.

Tanto era así, que ya a las seis de la mañana se formaban largas colas desde la Puerta de Mérida hasta más allá de Santa

Clara. A esa hora los clientes comenzaban a colocar las latas a los pies de la carbonería en espera de que descargaran los primeros camiones. A las tres horas el carbón se había agotado porque era época de gran escasez y había mucha necesidad de combustible.

Antonio Hurtado

Tanto prosperaba el negocio que Macario no tardó en abrir un almacén entre Antonio Hurtado y Reyes Huertas cuando Reyes Huertas solo era una calle llena de barro en la que también estaba la fábrica de Marcos Mariño . Macario seguía creciendo, y a las hermanas Morales les compró unas tierras en la calle Badajoz donde puso una fábrica de aglomerados en la que fabricaba las famosas bolas de carbón de tremendo poder calorífico que tuvieron mucho éxito entre la clientela.

Allí, Macario disponía de camión propio (Antonio Rodríguez era el chófer), tenía empleados fijos, entre ellos Juan Cruz , que era el guarda, y muchos otros que se sumaban en la época del carboneo, como los Manzano , de Torreorgaz, o José , manijero de Casas de Don Antonio, que se encargaba de contratar a las cuadrillas. Además de la fábrica, en la calle Badajoz estaban Carrión y el taller de los hermanos Mosquete . La fábrica de Macario tenía servicio a domicilio que cada sábado se trasladaba a Aldea Moret en carros donde se transportaba el carbón y se realizaban cuatro paradas para que todos los vecinos del barrio pudieran adquirir la mercancía.

La tertulia

Macario era un hombre de nata inteligencia, al que le gustaba cultivar la amistad. Todos los domingos participaba en una tertulia en el Bar Jironés que estaba en la plaza de San Juan y a la que acudían célebres personajes de Cáceres como Román del Amo , constructor, Alvaro Valcárcel , que era autónomo, Lázaro Herrero , que su hijo es arquitecto, Julián Sánchez , que estaba en la fábrica de los Casillas , o Ramón Llanos , empresario agrícola. Eran los años en que se frecuentaba el Bar Capi, llamado así porque lo llevaba el capitán Domínguez , el bar El Sordo, que estaba en la calle Paneras, o el Bar El Globo, al que también acudía Luis Pérez Córdoba y Juanito , su chófer.

Pasan los años y los hijos de Macario encaminan sus vidas: Angel se casó con Rosa Roncero y tuvieron cuatro hijos: Angel , Antonio , Javier y Gerardo , trabajó primero en la carbonería y luego se marchó a Bilbao. Falleció en 1997. Matilde se casa en 1953 con Amalio Arias del Río , deportista, boxeador, mecánico de profesión, vivieron hasta 1963 en Venezuela. Tuvieron una hija, Matilde . Isabel se casó con Fernando Gómez, 'Nandi' , jugador del Cacereño, agente comercial; fueron padres de tres hijos: Fernando , Jesús e Isa Mari . Amalia contrajo matrimonio con José Luis Salguero , que era agente comercial, y tuvieron siete hijos: Amalia , José Luis , Rebeca , Sara , Esther , Francisco y Ana . Macario se casó con Maribel Gil Collado , fue maestro en Talaván, Casar de Cáceres y el Centro de Adultos y tuvo cinco hijos: Maite , María Isabel , Inmaculada , Macario y Jorge . Francisco se casó con María del Carmen del Amo , fue maestro, licenciado en Educación Física, trabajó en el Prácticas, en el Licen como cooperativista, en El Brocense, y se jubiló en el Centro de Adultos. Fueron padres de dos hijos: Francisco y María del Carmen .

A los 48 años, Francisca, la mujer de Macario, buena y generosa donde las hubiera, falleció. La familia entera ayudó a Macario con el trabajo en la carbonería, hasta que Macario se jubiló y cerró el negocio coincidiendo con el desembarco del petróleo y el butano, pero en la memoria colectiva de Cáceres permanece imborrable aquel negocio de la Puerta de Mérida, de Antonio Hurtado y de la calle Badajoz, cuando el carbón de Macario encendía, como un milagro prodigioso, las cocinas de toda la capital.