Son muy loables los propósitos manifestados por la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Cáceres, Cristina Leirachá, el pasado sábado en el transcurso de la presentación oficial de la programación de la Semana Santa cacereña del 2006, de que aspiremos a la consideración de interés turístico internacional, como puntal para la candidatura de Cáceres como capital cultural europea de la cultura en el 2016, proyecto en el que la edil es parte interesada.

Sin embargo, estas declaraciones contrastan notablemente con el hecho de que, por segundo año consecutivo, haya permitido que, de la guía oficial de Semana Santa de nuestra ciudad, editada gracias a la generosa subvención del ayuntamiento, procedente de los impuestos de todos los contribuyentes cacereños --entre los que me incluyo--, haya sido excluida la Sagrada Cena, cofradía que, en diez años, ha aportado a la Semana Santa local, y por consiguiente a Cáceres, entre otros muchos logros, catorce imágenes de uno de los mejores imagineros actuales y el paso de misterio más monumental de la capital cacereña.

Y esta exclusión se ha llevado a cabo a pesar de que la Comisión de Cultura que ella preside, a instancias de los representantes del Partido Socialista Obrero Español e Izquierda Unida, le encargara la realización de las gestiones necesarias para que el desfile procesional de la Sagrada Cena fuese incluido.

Hopy, pese a quien pese, la Semana Santa de Cáceres resulta inconcebible sin la Sagrada Cena. Por ello, resulta inaceptable que la concejala de Cultura consienta que, sistemáticamente, sea discriminada del programa oficial.