Muchos cacereños hemos entrado en la Casa Sindical a lo largo de nuestra vida. Unas veces por motivos laborales, desde cuando pertenecías a un sindicato apenas nacías hasta ahora en que quizás defiendas tus derechos pero con grave peligro para tu integridad, dada la situación ruinosa del edificio. Otras veces habrás entrado para disfrutar de un acto cultural en su magnífico salón de actos en el que se han celebrado asambleas, convenciones, actos políticos, pero también representaciones teatrales e incluso proyecciones de un cine-forum allá por los principios de los años setenta. Tampoco sería extraño que hayas tomado alguna caña o degustado un bocadillo en el bar que hubo en su parte trasera.

Pues resulta que ese impresionante edificio está desde hace años en estado ruinoso, infrautilizado y sin perspectivas de mejora. Su aspecto exterior produce inquietud y no invita a introducirse en él. Es un ejemplo más de la desidia oficial y los perjuicios que se ocasionan al patrimonio de todos los españoles. Porque ese edificio se construyó con nuestro dinero y estaba destinado al beneficio de los ciudadanos. Y lo peor es que, pese a estar situado en el cogollo de la ciudad, dado su estado, la protección urbanística que tiene, los posibles efectos de la aluminosis y quizás fallos estructurales, no propician que pueda ser utilizado para ningún tipo de negocio o aprovechamiento público, por lo que no sería de extrañar que fuera pasto de la piqueta por peligro de colapso.

Desgraciadamente no es el único edificio perteneciente a alguna de las administraciones públicas que se ha deteriorado en los últimos años. Y mientras tanto muchas asociaciones culturales malviven sin locales. El ayuntamiento, por ejemplo, carece de un amplio espacio para actos de relevancia con un aforo adecuado, y algunas dependencias muy frecuentadas necesariamente por los cacereños están lejos de lo que debía ser el centro administrativo. No quiero pensar que ese sea también el destino del Hospital Provincial.