Los muros de la Casa Grande han visto pasar ante ellos más de 100 años de historia. Símbolo de la arquitectura del siglo pasado, el proyecto de recuperación del edificio para albergar la colección Helga de Alvear lo convertirá posiblemente en un símbolo para el presente y el futuro.

Fue Eduardo Gutiérrez Cedrún, "una de las primeras fortunas del momento" --en palabras del historiador Francisco Acedo--, quien mandó construir, en los albores del siglo XX, la vivienda que muy pronto sería conocida por los cacereños como Casa Grande . Pero, prosigue Acedo, "los cacereños la llamaron también la Casa del Millón , porque se decía que eso es lo que había costado; y probablemente estaban en lo cierto".

El arquitecto encargado del proyecto fue el leonés Francisco de la Pezuela, muy de moda en Madrid, donde tenía su estudio. Esta casa, rotunda y señorial, tardó cinco años en levantarse (1905-1910), y le valió a su autor la Medalla de Bronce de Bellas Artes en 1908.

En su elegante fachada, realizada de cantería, puede apreciarse un mezcla de historicismo, regionalismo y modernismo, los estilos preeminentes de la época. En la fachada posterior puede apreciarse un ecléctico mirador modernista, el cual contaba con "una galería que fue eliminada en la reforma de 1977", recuerda Acedo.

Aunque la casa recuerda a las mansiones de Santander, de donde provenía la familia, tiene elementos cacereños: los arcos de medio punto, las torres o los alfices contraquebrados en torno a las ventanas. Se organiza en torno a un zaguán y a un patio interior, de pequeñas dimensiones pero elevado en altura.

Para construirla, la familia Gutiérrez adquirió tres viviendas colindantes de la calle entonces llamada de Solana (hoy Pizarro), además de varios huertos y olivares que asomaban a Camino Llano. En total, la casa tiene unos 1.500 metros cuadrados construidos, además del jardín, de alrededor de 2.100. La solución arquitectónica para salvar el desnivel entre ambas calles fue jugar con las alturas: muy pocos imaginan, viéndola desde Pizarro, que la casa tiene seis plantas.

En la Casa Grande vivieron sus constructores, y después su hijo, Eduardo Gutiérrez Torres de Castro. Tras la muerte de éste, la casa se dividió en dos partes.

En 1977, la familia vendió el edificio a la Universidad de Extremadura, que instaló en él la Escuela Politécnica, hasta 1990, en que se trasladó al campus. A partir de ese momento, la Casa Grande tuvo diferentes usos universitarios: rectorado, secretaría general, servicios centrales y finalmente para publicaciones. En el 2001, un grupo empresarial ofreció a la Uex dos millones de euros para convertir el edificio en un flamante hotel de 5 estrellas, con 96 habitaciones, un párking de 400 vehículos, piscina y locales. En aquel momento, la universidad atravesaba problemas económicos, y el entonces rector, Ginés Salido, se mostró a favor de la venta.

Las elecciones universitarias celebradas en el 2003 truncaron esas intenciones, ya que el nuevo rector, Francisco Duque, descartó totalmente la venta del inmueble y abogó por su cesión para usos culturales.

Centro de arte

No fue hasta mayo del 2004 cuando el Consejo Social de la Uex acordó la cesión de la Casa Grande, por un euro, a la Fundación Helga de Alvear, para instalar en ella el Centro de Artes Visuales. La galerista alemana había cedido a la ciudad su colección, de más de 2.000 piezas artísticas valoradas en unos 140 millones de euros, como apoyo para Cáceres 2016.

El proyecto de ampliación de los prestigiosos arquitectos Mansilla y Tuñón, que no afectará a la esencia de la Casa Grande, pretende "colonizar la geometría ortogonal" del jardín, cosiendo la parte vieja y la nueva de la ciudad. Helga de Alvear es una fervorosa partidaria del edificio. "Es una oportunidad de usar una casa maravillosa", añade.

Respecto a la anterior propuesta para el centro de arte --la escuela de Magisterio--, la galerista añade que "si queríamos hacer una promoción conjunta para el 2016, las obras tenían que estar cerca de la ciudad monumental".