Puesto que este año he sido muy malo me han castigado con pasar unos días en la playa. Debo reconocer que soy reincidente pues tal castigo llevo soportándolo, y quizás mereciéndolo, muchos años, si bien alguno no he debido ser muy malo pues me han llevado a Santander e incluso a San Sebastián. Pero lo este año no tiene nombre. Bueno sí, Benidorm.

Allí nos hemos reunido la élite de los paletos españoles y parte de los ingleses. Se trata de un pueblo que no se sabe si tiene más granos de arena que turistas o que zapaterías. Tampoco es despreciable el número de comercios chinos que existen gracias a los cuales te puedes comprar una camisa por tres euros y unas zapatillas por dos. Todo de buena calidad, pues te duran casi toda la estancia en el lugar.

Como en casi todas las playas, sean levantinas, onubenses o gaditanas, hay una calle llamada la calle del coño Ya se sabe, te encuentras con muchos conocidos a los que saludas: "¡Coño! ¿Qué haces tú por aquí?" No se puede ser más ignorante. Como es lógico debes hacer kilómetros por el paseo marítimo todas las noches y, si te dejan, mirar a las gogos que animan a entrar en algún establecimiento aunque resulta difícil entrar pues los paletos se pasan la tarde-noche ante ellas sacándole rendimiento a la cámara del móvil. Una noche visitamos la calle Gerona en la que éramos los únicos españoles que la transitaban y que estaba repleta de pubs, discotecas, bares, sex shop, armonizados con un estruendo espantoso y borrachos a granel.

Y en cuanto a la playa... pues no sé qué decir ya que no la pisé porque los niños, las cremas, la arena, no me atraen nada y además no estoy dispuesto a madrugar para sembrar una sombrilla en la arena a las ocho de la mañana ni sembrarla en duodécima fila a las diez, de manera que me he dedicado a la lectura y los crucigramas. Se veían algunos padres con sus hijitos pero sobre todo abuelos con sus nietecitos. El signo de los tiempos. Con lo a gusto que está uno en Cánovas a las nueve de la mañana.