Hace unas semanas un columnista de un semanario católico consideraba que lo que lo que la Iglesia Católica está viviendo con las noticias sobre la violación de menores por parte del clero, es como un agujero negro dentro de ella. Me parece una buena comparación: los agujeros negros son pequeños (en comparación con el espacio), distantes y oscuros, y no pueden ser observados de manera directa, pero tienen una dimensión verdaderamente terrorífica, su fuerza gravedad atrae a su interior todo lo que pasa cerca de ellos, incluso la luz. En su interior solo hay oscuridad y tinieblas.

El 24 de febrero terminó en Roma la cumbre sobre la pederastia en la que el papa Francisco, por primera vez en los XXI siglos de historia de la Iglesia, reunió a todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo para abordar este problema. La reunión ha sido un grito del Papa para: primero reconocer que el problema existe y después aportar las soluciones definitivas para su desaparición.

Es verdad que las víctimas han mostrado su dolor porque esperaban medidas concretas ya, pero no cabe duda que lo que se ha dicho en las aulas de los debates, lo que se ha escuchado en las intervenciones publicadas, ha supuesto un cambio profundo en la manera de afrontar el problema. A partir de ahora y en poco tiempo deben comenzar a saberse las acciones precisas que se han de llevar a cabo, y en la toma en consideración de las mismas jugaran un papel determinante, las conferencias episcopales de cada nación y los obispos diocesanos en cada una de sus diócesis.

El Papa pidió a los obispos que se entrevistaran directamente con las víctimas para así tener más conciencia de la realidad, les exigió transparencia a la hora de abordar los casos que se les puedan presentar y colaboración decidida con la justicia civil.

Los archivos secretos de donde sea ya no tienen razón de existir. El reconocer que determinada prensa utilizará el momento, para como aves carroñeras remover los cadáveres y poner el ventilador para que el mal olor llegue a todos los rincones, debe hacernos más valientes para desterrar el encubrimiento y no considerar el problema solo como una campaña de los malos, o que son caídas que cualquiera puede tener. Sin nuestra colaboración decidida estaremos poniendo una nueva losa encima de la Iglesia y ante eso sobran todos los planes pastorales.