El 9 de julio de 2012, el sargento primero del Cefot 1, Juan Manuel Durán, dejó a su mujer y a su hija en España y voló hasta Uganda. Su misión: instruir a las Fuerzas Armadas Somalíes para favorecer la estabilidad del Gobierno Nacional y poder hacer frente al grupo opositor Al-Shabbab, que está vinculado con Al Qaeda.

Al llegar Durán al campamento, un grupo de 20 jóvenes somalíes, de unos 20 años, esperaban al musungu (hombre blanco) que durante cinco meses tendrían de mentor para formarles como soldados y jefes de sección. "Cuando llegué los chicos no tenían nada, salvo la ropa que les da EEUU. Me sorprendió que no sabían ubicar su propio país en el mapa", recuerda el profesor militar.

A partir de ahí, las jornadas se sucedieron entre clases de instrucción básica del combatiente, de armamento, de tiro o de topografía, entre otras; pero la formación de estos hombres implicaba otras muchas cuestiones: "Aparte de instruirles sobre cómo combatir o repeler una emboscada, lo más difícil era enseñarles a ser líderes e inculcarles el amor por su país". La tarea no ha sido nada fácil. A esto se suma el hándicap de tener que preparar las lecciones en inglés y luego decírselas al intérprete keniata, que hacía las veces de intermediario con los chavales.

"Todo lo que les enseñas te parece poco, porque sabes que cuando estén formados van a ir a primera línea de fuego a luchar contra las milicias. Lo que aportas les puede suponer salvarles la vida", afirmó Durán, quien a su vez aseguró que conforme pasaba el tiempo veía cómo estos chicos "se vestían mejor y se sentían mucho más orgullosos. Al final se lo creen y se van muy orgullosos de ser soldados".

José Manuel Barbero Durán nació en Jerez de los Caballeros (Badajoz) hace 37 años y el 23 de septiembre de 1991, con 15 años, ingresó en el ejército como alumno del instituto politécnico nº1. Siempre lo había tenido muy claro. En la actualidad trabaja como profesor militar en el Cefot 1 de Cáceres. "Me gustaría seguir instruyendo aquí porque somos una gran familia y el trabajo que realizas es importante", explicó

Para el sargento primero, este viaje a Uganda le ha servido para crecer tanto a nivel profesional como personal. Atrás quedaron las más de 20 vacunas que tuvo que ponerse antes de partir o la pastilla diaria contra la malaria. "En Bosnia el peligro de la misión eran las balas y aquí las enfermedades", reconoce. Sin embargo, el contacto con la población civil ha sido para Barbero "muy gratificante" y se queda con la felicidad de la gente. "Ellos son felices porque dicen que tienen el corazón caliente y la barriga llena", afirma el jerezano, quien asegura tener la satisfacción del deber cumplido, un sentimiento que surge "cuando uno cree que ha hecho todo lo posible para enseñar a esos chicos cómo sobrevivir".