Lleva más años que nadie en la base de Santa Ana y nadie la conoce como él, palmo a palmo, cable a cable, tubería a tubería, ladrillo a ladrillo... Pero el tiempo no perdona y Carlos Plasencia (Cañaveral, 19-11-1946) tiene que jubilarse después de 41 años de servicio. El no quiere, apenas ha faltado un solo día en cuatro décadas, hasta en Nochebuena pasaba a saludar a los que estaban de guardia. Llegó a pedir el alta voluntaria cuando un transformador le descargó 7.000 voltios de un golpe, y también cuando un infarto le llevó al hospital. "He solicitado prórroga, pero no puede ser...", reconoce. Hace unos días los militares le brindaron una entrañable despedida, allí, en su cuartel de toda la vida. Aquella noche no pudo hablar y le sigue costando hacerlo, porque se emociona...

"¿Sabes qué ocurre? que ésta es como mi casa, no he pasado en otro sitio más tiempo que aquí. Soy el más antiguo y el más viejo", confiesa. Razón no le falta, porque resulta imposible caminar con él por la base: todos le paran, le dan palmadas, le abrazan y le desean suerte. Llegó a Santa Ana cuando apenas había edificios (un par de compañías, unas duchas y la cocina, ni siquiera comedor) y ahora existen más de cuarenta. Desde entonces ha visto pasar a 19 coroneles jefes, a centenares de mandos y a decenas de miles de soldados. Por eso, en su placa de homenaje no figura la típica leyenda 'por los años de dedicación'... . No. En su placa pone: 'A Carlos Plasencia, historia y alma del Cefot 1' .

El Cefot... antes llamado Cimov, antes CIR Centro, antes CIR 3... y en cualquiera de las etapas siempre ha estado Plasencia (como le llaman todos) con su mono azul solucionando problemas aquí y allá. "Tú pisas cualquier arqueta y yo te digo lo que hay debajo. No tiene mérito, simplemente he estado en la creación de todo esto", explica. Fue el primer civil empleado en la base, se ha encargado de la calefacción, del gas de las cocinas, de la fontanería, de la piscina, de las conducciones, por supuesto de toda la electricidad, incluso de que la megafonía no fallara en las muchas, muchísimas juras de bandera que ha presenciado.

En su memoria, muy hábil para las fechas, se agolpan ahora mil recuerdos, como aquel día que se vio cosiendo el crespón negro a la bandera del cuartel por la muerte de Carrero Blanco, o los televisores que tuvo que retirar tras el 23-F porque se quemaron de tantas horas conectados, o cuando tuvo que habilitar un armazón para que pudiera acceder a la tribuna la madre del Rey, María de las Mercedes de Borbón, con su silla de ruedas, en la jura de bandera de su nieto Alfonso Zurita de Borbón. "Aquel 7 de julio al final vino el Rey. Salió un día invernal y llovió tanto que se retrasó el helicóptero", recuerda Carlos Plasencia. "Fue quizás la jornada más especial de la base en estos 40 años, junto con la visita del Príncipe el 5 de enero de 1995".

Ruiz Mateos y Don Algodón

Además, ha vivido los mejores años del cuartel, "cuando era la mayor industria de Cáceres, aunque yo creo que sigue siéndolo", afirma. Santa Ana tenía una actividad intensa y unas juras de bandera multitudinarias. "Hubo dos que destacaron en número sobre las demás. La primera, la de un nieto de Ruiz Mateos en plena polémica por la expropiación de Rumasa. Llegaron autobuses de varios sitios, incluso de Madrid, para apoyar al empresario, que vino a la base", señala. La segunda, la de Pepe Barroso, el dueño de Don Algodón. "Los periodistas desbordaron las previsiones y se lanzaron a hacerle fotos", relata. Pero la mayor jura que recuerda reunió a 3.200 soldados y 14.000 familiares. "Los coches y autobuses aparcados llegaban hasta el ferial", indica.

Por todo ello, Carlos Plasencia valora mucho la relación del Cefot con la ciudad y se preocupó cuando se llegó a hablar del cierre de la base a partir del 2002, un cierre que casi llegó a consumarse en algún momento. Además, siempre ha mantenido una buena relación con los militares. "Los considero amigos, y ellos me han aguantado 41 años, por algo habrá sido...", bromea sonriente. De hecho, ha dejado muy claro que está disponible para cualquier consulta, porque nadie puede reemplazar sus conocimientos de la noche a la mañana. "Cuando me preguntan por el plano del Cefot les digo que sí, que lo tengo aquí al detalle", explica señalándose la cabeza.

Fue el primer civil en recibir la medalla del Cimov, incluso tiene la medalla militar, pero Carlos Plasencia sabe que debe despedirse y ya ha comenzado a planificar su nueva vida. Piensa dedicar más horas a su esposa, Alfonsi, que durante años ha respaldado su amor al trabajo. "Yo me venía a la base a las siete de la mañana y algunos días me daban las siete de la tarde", revela. También se dedicará a sus aficiones: la mecánica, la bici y caminar cada día, eso sí, preferiblemente por el camino que lleva al Cefot.