Suele ser habitual recordar a los personajes sobresalientes de una comunidad cuando se cumplen los cien años de su nacimiento, en reconocimiento de sus méritos en el ámbito en que alcanzaron notoriedad.

Mucho menos frecuente es conmemorar el nacimiento de un libro, salvo en el caso del Quijote y algunos pocos títulos más de relevancia universal. Pero si cambiamos la escala, de lo universal a lo particular, podemos hallar alguna joya que nos resulte admirable y digna de conmemoración.

Tal es el caso de la obra de Publio Hurtado Ayuntamiento y familias cacerenses, cuya publicación por entregas finalizó el 28 de mayo de 1918, hace ahora justamente cien años.

En el prospecto, hoy apenas conocido, que se incluía con la primera entrega (13-6-1915), se incluía un boletín para formalizar la suscripción, que constaba de un cuaderno semanal de ocho páginas, al precio de 10 céntimos, lo que facilitaba su adquisición incluso a las personas de economía modesta. El ayuntamiento, a su vez, financió parte de la edición. El resultado final, con una demora de seis meses provocada por la crisis de la industria del papel, a consecuencia de la Primera Guerra Mundial, sumó 116 entregas, con un total de 930 páginas.

Pocas ciudades habrá en el mundo que puedan enorgullecerse de disponer de una obra de tales características, porque -en palabras del editor, Luciano Jiménez- «narrar la vida concejil y la de las familias que desde los más remotos tiempos asentaron y convivieron en una localidad determinada; anotar sus procedencias y diseñar su desenvolvimiento a través de los siglos; enumerar las fundaciones vinculares, benéficas y piadosas que instituyeron, los hombres de algún mérito que las honraron, casas en que vivieron, sitios en que se enterraron y otros cien detalles no menos curiosos e interesantes, es empresa difícil de acometer y más difícil de llevar a cabo».

Publio Hurtado (Cáceres, 1850-1929), paciente compilador de esta magna obra, perteneció a un irrepetible grupo de extremeños que -en la transición entre los siglos XIX y XX- se dolieron profundamente de la ausencia de una historia documentada de su tierra, por lo que dedicaron a su estudio cuanto tiempo les permitía su trabajo profesional, procurando aplicar a esta tarea un rigor crítico hasta entonces ausente en la historia local y buscando siempre asesorarse de los más acreditados especialistas de su época.

La Corporación Municipal había invitado a Hurtado en 1910 a escribir una historia del Ayuntamiento y la Villa de Cáceres, reto que éste aceptó, deseoso de dar a conocer la gran cantidad de información que había acumulado sobre ello en más de tres décadas, a la que sumó cinco años más de minucioso repaso del Archivo Municipal, tras lo que ofreció al ayuntamiento el fruto de su trabajo. En el mismo -en palabras de su autor- «va diluida la historia de nuestra ciudad, incrustada de hechos heroicos, rasgos de cívico desprendimiento, destellos de sapiencia y ejemplos de santidad, ignorados por la generalidad de nuestros contemporáneos, pero que un tiempo coronaron de gloria y pusieron a considerable altura el nombre de nuestra patria».

El resultado es ese completo catálogo de personas pertenecientes a las familias de Cáceres, desde la antigüedad hasta su época, donde se hallan -entre la gente corriente- sus artistas, escritores, magistrados, políticos, profesores, periodistas, fotógrafos, etc., complementados en notas a pie de página por todo tipo de datos histórico-artísticos, monumentales, institucionales, etc..

El interés que pueda tener esta obra se acrecienta hoy por el hecho de que algunos de los datos allí consignados acaso no puedan ya ser contrastados, por la destrucción o pérdida de parte de la documentación que Hurtado aún alcanzó a ver y extractar en los archivos locales públicos -municipales, parroquiales, protocolos de escribanos...- y privados, bajo promesa de confidencialidad, que impedía citar la fuente -Casa de Fernán-Núñez, Marquesa de Monroy, Marqués de Ovando, Vizconde de la Torre...-,hace más de cien años.

Y, a modo de colofón, no me privaré de puntualizar que, ante el frecuente reproche de falta de cita de las fuentes -en textos de divulgación, sin pretensiones académicas- convendría remitir al lector a la opinión de Tomás Pulido, riguroso investigador posterior, para el que Hurtado era, en lo humano, lo que los Evangelios en lo divino (Datos para la Historia Artística Cacereña, pág. 150).