"¡Fuerte cosa es que las prensas solamente han de sudar debajo de las pelucas! Como si los abanicos no fueran capaces de hacerlas gemir con aire y darlas una buena mano de molde" . Así comienza el único número conservado en la actualidad de la curiosa, singular y valiente publicación La Pensatriz Salmantina , del año 1777, que constituye uno de los primerísimos alegatos feministas de la prensa histórica española, en una época en la que este tema era una tremenda excepción. De hecho, se trata de la edición más antigua de todas cuantas aparecen recogidas en la Biblioteca Virtual Española de Prensa Histórica --1.960 cabeceras de todo el país con casi cuatro millones de páginas--, y que sorprendentemente se conserva en la Biblioteca Pública de Cáceres, hasta donde debió llegar en sus inicios sin que se pueda determinar el origen.

La capital cacereña guarda por tanto un tesoro periodístico que muy pocos valoraban hasta el momento, salvo los eruditos familiarizados con los vastos fondos de la biblioteca. Ahora su existencia se conoce a nivel nacional e incluso puede consultarse a través de internet. Este es el gran logro de la Biblioteca Virtual Española de Prensa Histórica, la mayor de Europa, que ha permitido acercar al ciudadano las publicaciones antiguas mediante su digitalización. Sin salir de casa, y a través de la web http//prensahistorica.mcu.es/ , cualquier persona puede acceder con todo detalle a una gigantesca colección de materiales en muchos casos desconocidos y únicos, editados desde finales del siglo XVIII, que se conservan en las bibliotecas y a los que se han unido colecciones de ateneos, fundaciones, ayuntamientos, universidades y periódicos.

De todos ellos, la decana es La Pensatriz Salmantina , una de las rarísimas publicaciones aparecidas en el XVIII destinadas a las mujeres. Su autora, Escolástica Hurtado, no se andaba con rodeos pese al entorno desfavorable en el que esparcía sus ideas: "Los señores hombres han de ser solos los que manden, los que riñan, los que corrijan, y los que ESTAMPEN, y a las pobrecitas mujeres, engañadas con el falso oropel de hermosas y damas solo se las ha de permitir tiren gajes de rendimientos fingidos y pasen plaza de señoras de teatro, que en acabándose la comedia de la pretensión todo se oculta, y solo se descubre el engaño y la falsedad" , sentencia en el inicio.

Según explica la directora de la biblioteca cacereña, María Jesús Santiago, "nuestro fondo histórico ha llegado por dos vías: la Desamortización, que fue el germen de las bibliotecas públicas para poder recoger los documentos expropiados, y donaciones importantes como las de Paredes Guillén, Martín Gil o Rodríguez Moñino. En cuanto a ´La Pensatriz´ --continúa--, es de los primeros materiales que se incorporaron. Esta publicación ya hubiera sido bastante moderna al inicio del siglo XX, pero hablamos del XVIII", matiza.

Y tanto, porque sus párrafos no tienen desperdicio en una época en la que la cultura era patrimonio exclusivo de varones: "Dexense, pues, vds, de reducir toda la ciencia y comprensión femenina al gobierno de la aguja, al manejo de la rueca, de la escoba y de la almohadilla, y a la superintendencia de los pollos, las gallinas y los gallos" , reclama la articulista Escolástica Hurtado.

¿Pero existió Escolástica Hurtado? Hay alguna referencia en la época a que tras esta firma se ocultaba el religioso cisterciense Baltasar Garralón, a la vez censor de La Pensatriz . Estudiosos como Inmaculada Urzainqui, de la Universidad de Oviedo, que analiza a fondo la publicación, creen incluso que esta autoría es la más probable. En cualquier caso, y teniendo en cuenta lo poco que se conoce de la edición (el único volumen, el cacereño, tiene 32 páginas), representa una novedad extraordinaria. "La gracia y soltura con la que está escrita, el vigor con que defiende la causa femenina y su decidida incardinación en un sistema periodístico ya consolidado hacen que sea una obra de notable interés", explica Urzainqui.

Ironía y humor

De hecho, y lejos de serios y rasgados discursos en pro de la igualdad, La Pensatriz mantiene un tono batallador pero "emplea el molde sugerente y ágil del ensayo, gusta de la ironía y el humor...", dice la estudiosa. Toda una temeridad para la época que una mujer tomara la pluma e igualara en talento a los hombres. "Si antes otras se habían hecho oír en las letras, ninguna se había pronunciado con tanto vigor, ni se había alzado en redactora principal, aupándose a la condición de periodista", matiza Urzainqui.

No se sabe por qué desapareció la publicación, de la que al menos hubo dos entregas. Pero sea como fuere, logró su objetivo: tres siglos después, su voz aún se escucha con fuerza.