AECA, la asociación de los empresarios cacereños del comercio, siempre tan pendiente de los consumidores y velando a la vez por los intereses de sus asociados, ha tenido el acierto de acondicionar el recinto para que el personal no tenga que padecer los rigores del sol --no sabemos si de verano o de otoño-- en el centro. Lo han hecho con mucha delicadeza y entrega, pues desde que les aprobaron el proyecto han pasado seis o siete meses. Pero las cosas bien hechas necesitan tiempo. Mas ya se sabe que los españoles tenemos unas muy malas relaciones con los elementos, sobre todo con las tormentas especialmente desde Felipe II, y comenzó a llover torrencialmente como lo había hecho por la noche. Y si el velamen de la armada, la invencible, ¿eh?, se vio derrotada por la bravura del mar, ya se pueden imaginar lo que les sucedió a los livianos toldos que con tanto esmero había colocado AECA: se vinieron abajo. Y mira que lo habían hecho con tranquilidad. Claro que fue tanta la tranquilidad que se les echaba el tiempo encima y debían concluirlo para poder cobrar las subvenciones y traer a un consejero o consejera para inaugurarlo. El escándalo es mayúsculo y eso que no ha habido desgracias personales y las materiales Dios dirá quién y cuando las paga.