Cáritas Diocesana ha dado acogida durante este año a un total de 624 personas sin hogar en el centro alquilado a Renfe. Con una ocupación anual del 80%, en estas instalaciones se han registrado más de 4.200 alojamientos y 643 atenciones a usuarios. Estas cifras suponen que las atenciones no bajan, ya que el balance es similar al del año 2007, según explica Inmaculada Godoy, secretaria general de Cáritas Diocesana en Cáceres y coordinadora del centro.

"No estamos notando una especial incidencia ni un mayor número de personas", añade Godoy, también trabajadora social, al frente de un equipo de cuatro monitores, una educadora social y voluntarios dedicados a atender a las personas que llegan al centro, bien derivadas de otros lugares o directamente. De ellas, el 87% son hombres y el 13% mujeres, según las estadísticas de este año. Sin un tiempo fijo de permanencia, los acogidos pueden ocupar una de las 16 camas de las que disponen las antiguas instalaciones ferroviarias adaptadas como albergue, donde a diario se ofrecen desde alojamiento, ropa o manutención hasta acompañamiento y medicación.

CASO POR CASO Concebido como un servicio de media y larga estancia, Cáritas estudia individualmente cada caso para fijar unos objetivos, de cuyo cumplimiento depende el tiempo de permanencia. "Tratamos de dar una acogida digna, acorde a las necesidades de la persona y que, si no lo es, se haga consciente de su problemática", detalla Godoy, que matiza que también se cuenta con la ayuda de otros servicios externos a Cáritas. "Cuando llegan al centro suelen tener un cúmulo de problemáticas, no una sola. Darle forma de nuevo a su vida lleva un tiempo", afirma.

En cuanto a los perfiles de los usuarios que utilizan este servicio, explica que "se ha diversificado en los últimos años" aunque, según las estadísticas, predominan los varones de mediana edad, en paro y con problemas familiares. "Puedes encontrar de todo: familias completas, mujeres, personas con adicciones como alcoholismo o ludopatía o inmigrantes", matiza la coordinadora, que señala que los extranjeros suponen el 25%. Proceden principalmente de Rumanía, Marruecos y Portugal.

El centro funciona con unos horarios determinados y unas normas internas. Los acogidos también tienen que colaborar en las tareas domésticas y mantener una buena convivencia. "El tiempo de estancia depende de los objetivos. No tenemos nada establecido", añade Godoy, que subraya que, en primer lugar, se realiza una entrevista para poder fijas "un itinerario" de trabajo para lograr la reinserción.

En cuanto al grado de satisfacción del trabajo, responde que es "mucho por la relación personal y profesional que se establece con los acogidos". Afirma que lo más duro es no poder "cumplir los objetivos cuando la persona acogida está esperanzada e ilusionada y no puedes ofrecerle lo que necesitan. A veces los recursos son escasos y hay personas que se frustran y vuelven a romper con todo".

Esta responsable de Cáritas también considera necesario que la atención a las personas sin hogar se realice de una forma más coordinada con otras instituciones que también prestan este servicio. "A veces tenemos puntos de vista diferentes de un mismo caso", reconoce Godoy, que destaca que, en ocasiones, "se perfilan demasiado los ámbitos de actuación". Por este motivo, entiende que sería conveniente buscar fórmulas para trabajar con un mismo "itinerario de inserción" en cada caso. "Tendríamos que limar esas barreras que nos pone el sistema a los profesionales, que somos normalmente los mismos", reclama.

BUSCAR LA DIGNIDAD Asimismo, señala que, de no existir este centro abierto en la ciudad, "habría muchas más personas en la calle de las que hay" y recalca que "hay personas que no tienen absolutamente nada y que, por perder, han perdido incluso hasta su dignidad y solo vienen a poder recuperarla".