Cien años y millones de recuerdos invaden la memoria de María Paz Leal que ayer celebró un siglo de vida al lado de sus dos queridas hermanas, Felisa y Cristina, de sus tres hijas, sus 14 nietos y sus 15 biznietos. Con un aspecto y una vitalidad inmejorable recibió durante toda la mañana a sus familiares y recogió, uno a uno, las decenas de ramos de flores que llegaron a su domicilio (uno de ellos del presidente de la Junta) situado en el número 8 de Doctor Fleming, donde fueron a felicitarla la alcaldesa, Carmen Heras, y la concejala de Asuntos Sociales, Marcelina Elviro.

Entre tanto jaleo María Paz confiesa su secreto: "todos los días me bebo un vasito de cerveza", dice. De pequeña estudió en las Carmelitas y vivía en la plaza de San Juan: "sí, allí donde se celebraba la feria de los borregos. Antes era muy bonita", recuerda.

María Paz fue una de las primeras mujeres trabajadoras de la ciudad, lo que le llevó a conseguir el Premio Juanita Elguezábal. Perteneció a la plantilla del Instituto Nacional de Previsión y ejerció como enfermera voluntaria durante la guerra civil. En Cánovas conoció al que fue su marido durante casi 40 años. "Ibamos a pasear y todos los días nos encontrábamos con Rafael y un amigo. Nos hicimos novios", dice María Paz. "Era muy gracioso --continúa--. Una vez casados le echaba piropos a todas las mujeres y yo le decía: Rafael no seas fresco. Pero él siempre se excusaba diciendo que la que había pasado era una mujer de bandera", recuerda entre risas. Su marido, que murió hace casi 30 años, fue su gran apoyo.

En mitad de la conversación María Paz se levanta y se sienta al piano. A sus cien años aún no se le han olvidado las notas que le enseñó su maestro Melchor Saez. Para todos toca La Comparsita , una de sus preferidas. Las lágrimas corren por las mejillas de Felisa y Cristina, sus dos hermanas pequeñas, que son los pilares de su vida: "son como una mesa de tres patas", dice una de sus hijas.