Calenda tenía el encanto que solo pueden tener los restaurantes asentados en la ciudad monumental de Cáceres. Solo ya el escenario de un recinto patrimonio de la humanidad supone un plus para cualquier negocio que elija la capital cacereña para desarrollar un proyecto de futuro.

Era el trato de los de Calenda sencillamente exquisito. Inolvidables las noches de verano en su terraza, las risas, el vino, los productos extremeños servidos con elegancia y a buenos precios. Qué lástima.

Ha sido de nuevo el periodista Jeremías Clemente el que con su prosa inigualable ha vuelto a avisar a través de su red social de Facebook que Calenda nos deja. En su escrito dice así: "Viajar a Cáceres, asombrarse ante ese laberinto de calles estrechas y pequeñas plazas, palacios, iglesias, conventos y casas solariegas de la villa medieval ;comprobar que Atrio hace justicia a su fama y descubrir algún café o restaurante en un rincón perdido, son algunas de las experiencias más gratificantes que viven los turistas, junto a pasear en el silencio de la noche o bajo la niebla o lluvia .Así me lo han confesado muchos viajeros, anónimos unos y famosos otros. Nadie sale defraudad"o.

Clemente nos cuenta cómo se percató de la noticia. "Hasta ahora, hasta ayer, cuando como todos los fines de semana me disponía a tomar el aperitivo y me topé con un cartel en la puerta :"cerrado por motivos personales .Se traspasa", era uno de esos lugares para disfrutar y recomendar, un espacio con aura bohemia".

Hablaba de Calenda, en el adarve del Padre Rosalío, en un saliente que alberga una casa de planta única, fachada de piedra y un gran portalón de hierro y cristal, que otrora fue carpintería, más tarde tienda de decoración y en los últimos años restaurante o Taperia, como prefieran llamarlo.

"Techo alto, vigas viejas, piedras y cal morena en las paredes, estufa de pellets, hierro y madera contraponiéndose en una suave armonía. Un lugar para celebraciones íntimas de parejas, familias y amigos, para viajeros sorprendidos que no querían excesos ni en la mesa ni en los bolsillos.Platos ligeros, presentados con gusto y en la cantidad justa, para compartir: el Lomo a la sal, el Carpaccio de Pulpo , Los Crepes de Verduras, Las Carrilleras,... Lolo, primero propietario y después cocinero, un tipo pausado, amante de su profesión,se esmeraba en el proceso de elaboración.Y el servicio, casi siempre femenino (Jacin, Guada, Irene..) amable y distendido, sin rehuir la conversación si hacía falta

"Cáceres pierde establecimientos con encanto, de esos a los que el dueño añade un plus de singularidad: Benito en el Bar San Blas, Sebas en el Potosí, Juan Luis y Pepa en la enoteca de San Juan, Lolo en el Calenda... Llegados a este punto, y con la nostálgica filosofía del parroquiano fiel ,podíamos cantar aquellos de "Cuando un amigo se va". Adiós Calenda, huérfanos nos dejas.