A mediados del siglo pasado, Cáceres contaba con cuatro iglesias en el corazón de la ciudad, sus cuatro templos centenarios --Santa María, San Mateo, Santiago y San Juan--, además de la parroquia de San Eugenio, en Aldea Moret, del año 1880. En definitiva, tenía las mismas que a finales del siglo XIX, mientras que la población había aumentado desde los 16.933 habitantes registrados en el año 1900 hasta los 45.429 en 1950. Por tanto, el fuerte crecimiento urbanístico había dejado los recintos religiosos muy alejados de los nuevos asentamientos de la población, que extendían Cáceres por sus cuatro extremos. Fue en 1958, hace ahora 50 años, cuando el obispo Llopis Ivorra decretó la creación de cinco parroquias que duplicaron de una sola vez todas las existentes hasta entonces.

Por el norte, San Blas; por el sur, Nuestra Señora de Fátima; por el este, Espíritu Santo; por el oeste, San José; y como prolongación del centro, San Pedro de Alcántara. Pero su constitución supuso además un auténtico revuelo social en los nuevos barrios, porque estas parroquias lógicamente debían tener un templo y los cacereños se volcaron en la tarea con donativos y trabajos. En unos casos se reformaron antiguas ermitas ya existentes, y en otros se partió de cero. Cada tabique, cada banco, cada imagen y cada luminaria se convirtieron en un logro decisivo compartido por la comunidad. De hecho, algunos templos dieron nombre a sus barrios.

Este año cumplen oficialmente su cincuenta aniversario y ya preparan algunos actos, si bien el decreto se emitió a finales de 1958, por lo que su constitución real se produjo meses después. Tuvo que ser Llopis Ivorra, el mismo obispo que proyectó el seminario, el mismo que creó el barrio que lleva su nombre con cientos de casas para familias modestas, o el mismo que modernizó la estructura de la diócesis, el que constituyó estas cinco parroquias y otras 16 por toda la provincia. "Llegó en 1950 y en su decreto dice que desde el primer día dio cuenta de la necesidad de acometer esta tarea por razones de dos tipos: social y pastoral", recuerda Jesús Moreno, responsable diocesano de comunicación.

Por un lado, lo hizo atendiendo al notable crecimiento demográfico de Cáceres y sus pueblos durante la primera mitad del siglo XX, y a la conveniencia de clarificar los límites parroquiales. Por otro, le movieron motivos pastorales muy importantes para el prelado: "El acercamiento de los párrocos a sus feligreses y de éstos a aquellos --dijo Llopis por entonces--, porque nuestro ineludible deber pastoral es procurar que los fieles estén bien servidos; mejor servidos".

CURIOSIDADES Aquello no era un mero trámite en una ciudad milenaria que siempre había tenido las mismas iglesias, los mismos referentes religiosos. Aquello suponía una cierta ruptura, y el obispo lo sabía. Consciente de que los nuevos límites podrían causar algún dolor a los sacerdotes de cuyas parroquias se separaban los feligreses, les pidió que empleasen un criterio "verdaderamente sacerdotal, prescindiendo de móviles humanos y afectivos (...), convencidos de que el ministerio sacerdotal es para el pueblo y no el pueblo para el sacerdote", declaró Llopis Ivorra.

Cáceres quedaba formada por diez parroquias. El Espíritu Santo y San Blas tomaron como templo parroquial lo que hasta entonces eran solo ermitas. San José empezó en la capilla del colegio San José hasta que edificó su iglesia. San Pedro de Alcántara ocupó la capilla de El Brocense, hoy reformada. Por último, Fátima levantó una iglesia que se conserva delante de la actual. Curiosamente, estas parroquias han contribuido decisivamente a crear a su vez otras nuevas en los últimos años: Mejostilla, R-66, Nuevo Cáceres y El Vivero.