En el formidable impulso que dio monseñor Llopis a su mandato episcopal, débese subrayar el haber logrado que Cáceres fuera, junto a Coria, copartícipe de la capitalidad diocesana. Lo que no respondía a un simple capricho, sino que constituía una realidad insoslayable, ya que, su condición de ser capital de la Alta Extremadura, así lo aconsejaba, como estaba sucediendo en otras provincias, cuya titularidad diocesana residía en ciertas antiguas ciudades, con peso y poso históricos, pero exiguas en población. A este respecto, Cáceres, mediante documento pontificio, de fecha 9 de abril de 1957, firmado por el papa Pío XII, siendo Nuncio Apostólico monseñor Hildebrando Antoniutti, la vieja diócesis cauriense recibía la denominación de Coria-Cáceres. Ello suponía que dicho pontífice concedía, simultáneamente, a la iglesia arciprestal de Santa María la Mayor, los honores de concatedral, en línea prerrogativa con la Santa Iglesia Catedral de Coria, y, por otra parte, el Obispo, con todos sus sucesores, ya tenía otra residencia oficial, de jure, en Cáceres.El histórico evento saltó de forma entusiasta a todos los medios de comunicación, siendo el diario Extremadura el que, con mayor énfasis, se haría eco de tan fausta noticia: "Las campanas de Santa María --editorializaba exultante-- repicaban jubilosas como el corazón de cada cacereño. Cómo se conmovió la ciudad, que ve añadir su nombre al de una diócesis histórica y de abolengo. Cáceres ha ganado esta especial distinción con que Roma le honra". A tales efusiones se sumó la radio y una gavilla de gozosos artículos, firmados por brillantes plumas de la ciudad, magnificando el hecho de verse enaltecida, desde ahora, con tal alta dignidad. De todas formas, a pesar de lo dictaminado por Roma, la carta pastoral del obispo Llopis Ivorra (30-6-1957) expresaba: "Continúa Coria en la primacía del nombre de la Diócesis; continúa en Coria la residencia jurídica del Prelado; continúa en Coria la Catedral y el Cabildo".El correspondiente protocolo hacía luego que urgentes telegramas fueran cursados al Vaticano, al Jefe del Estado, Ministerios de Asuntos Exteriores y de Justicia, y al Director de Asuntos Eclesiásticos. Así mismo, tuvo lugar una sesión extraordinaria del ayuntamiento cacereño, que se hizo eco de tan señalado nombramiento, una perla más que se unía a las que ya poseía la ciudad.