La ciudad, prácticamente al completo, está en estos momentos en obras y son muchos los cacereños que se quejan de las molestias que éstas causan.

Ante este malestar generalizado, tanto de conductores como de peatones, el concejal delegado del área, Joaquín Rumbo, mantiene que no se pueden hacer obras sin causar molestias, que para mejorar calles y plazas, así como los servicios públicos que se prestan al ciudadano, hay que sufrirlas.

Su argumento es válido. Ciertamente tiene razón, para mejorar es inevitable molestar, pero quizás se molestaría algo menos si las actuaciones se planificaran, si no se concentraran en una misma zona varias obras al mismo tiempo, si se controlaran algo más las que los particulares realizan y, por supuesto, si se informara adecuadamente y con antelación.

Y digo esto porque el ciudadano se merece un respeto. No es lógico, como personalmente me ha ocurrido, verse atrapado y sin salida al volante de un vehículo entre varias obras, sin saber qué dirección tomar para no encontrarse con una nueva valla.

Si la cosa es grave para los que conocemos la ciudad, imaginemos cómo lo será para los que llegan de fuera, cuando además de tener que enfrentarse con el laberinto de calles que configura el centro de Cáceres, habrán de hacerlo también con el problema que supone una cortada.