Cáceres rebosa estos días de libros y letras. Empeñada en llevar la contraria a los matarifes, la ciudad bulle espléndida entre literatura, ambiente callejero y actos populares. No sé qué pensará usted, pero yo tengo la impresión de que, desde hace muchos años, probablemente desde que comenzó la Facultad de Filosofía y Letras y todo el movimiento cultural que se produjo alrededor, nuestra pequeña, humilde y provinciana ciudad, no ha dejado de ser un referente cultural en la región y aún más allá.

Y en estos días en los que el parque de Cánovas se llena de curiosos que miran los libros, los tocan e incluso compran, seguro que usted, como yo, recupera un poquito la esperanza. Dice Niccolo Ammaniti que "la cultura no es un fuego que pueda volver a encenderse con una cerilla. Es un fuego que hay que conservar y alimentar sin cesar. Y todos tenemos el deber de no descuidar nunca ese fuego". Seguro que usted ya ha visitado la feria del libro con su familia y espera impaciente la presentación de alguno de los autores que intervendrán como yo espero la de mi admirado Andrés Neuman . Si todavía no la ha visitado, si todavía no se siente especialmente llamado por los libros, vaya y déjese llevar por la oportunidad de visitar otros mundos, aunque estén en éste, y comparta esos momentos con los suyos. De esta manera, despejará más incógnitas, resolverá más dudas y tomará cierta distancia con los que recurren a la violencia, al sectarismo y al resentimiento para justificar su propia frustración. Como ha dejado dicho Caballero Bonald en su discurso de aceptación del Cervantes : "Siempre hay que defenderse con la palabra (...) siempre hay que esgrimir la palabra contra los desahucios de la razón". A todo lo anterior, añádale que el oficio de librero está pasando por momentos difíciles por el pirateo y de ese invento diabólico llamado e-book, con lo que su presencia y su hipotética compra aliviará un poco esa tendencia. Yo, por mi parte, contribuiré modestamente comprando algunos libros ya pensados y paseando con mi familia por delante de los puestos (preciosa palabra española sustituida inexplicablemente por el palabro estand) sin dejar de pensar en que todo lo que sueñas puede cumplirse algún día.