Usted se enfrenta a una entrevista de trabajo. A su lado, diez candidatos. El entrevistador sabe que todos tienen el mismo título, una formación complementaria similar y poca experiencia (ninguno llega a los 25 años). ¿De qué modo puede destacar sobre el resto? ¿Es posible ofrecer algo distinto? ¿Cómo hacerse con el puesto? En este momento y en otros muchos de la vida, la oratoria es un factor "clave" para triunfar. Mostrarse seguro, resuelto, coger incluso las riendas de la conversación constituyen herramientas infalibles. El problema es que los españoles tenemos un considerable déficit en la materia. Por ello, Alejandro Duarte, licenciado en Derecho y experimentado en estas cuestiones, ha iniciado un novedoso taller con jóvenes de 16 años.

"La gente actualmente tiene muchos estudios, pero muy pocos saben comunicar los estudios que poseen. Y la habilidad de exponer una idea es tan importante como la idea en sí misma", explica Alejandro Duarte, responsable del proyecto, que ya se desarrolla este año en el colegio Carmelitas con los alumnos de 1º de Bachillerato. Durante dos horas semanales, los jóvenes trabajan con tres objetivos: "Perder el miedo escénico, aprender a comunicar, y ser felices comunicando", resume Alejandro Duarte, que fue miembro del Club de Debates de la Universidad de Extremadura, consiguió el título de campeón regional con su grupo y participó en distintos certámenes nacionales con buenos resultados.

Impresionar en un minuto

Los alumnos aprenden cómo han de escribir y estructurar un discurso, cómo deben manejarse en el escenario, además de la comunicación verbal y no verbal. Todo ello con un objetivo claro: "que nuestros jóvenes salgan bien preparados a un mercado laboral con mucha demanda, una demanda que hace imposible tener tiempo para explicarle al encargado de recursos humanos todo lo que sabes y has aprendido a hacer", subraya Alejandro Duarte. De ahí que cobre cada vez más importancia el valor de la oratoria: "Permite que en un minuto puedas impresionar a una persona y conseguir el objetivo que deseas".

Además, la oratoria no es un don, "es un arte que se aprende, porque a hablar se aprende hablando", afirma. De hecho, tras dos meses de trabajo, los alumnos ya no sienten terror de hablar en público y comienzan a disfrutar comunicando ante un auditorio. Cada sesión se convierte en un debate al que todos los estudiantes deben llevar preparadas dos posiciones: una a favor y otra en contra. "Hasta que no llegan a la clase no saben cuál será su postura, y esto les obliga a entender y argumentar distintos puntos de vista", explica.

¿Deben los chicos votar a los 16 años, en lugar de a los 18? ¿Sería adecuado poder sacarse el carnet de conducir a los 16 años? ¿Los padres deben dar una paga a sus hijos en tiempos de crisis? ¿Es necesario tener más horas de inglés en el colegio? Estos son algunos de los temas abordados con los alumnos, que además les obligan a seguir la actualidad, a mantenerse informados. Mientras entablan el debate, poco a poco van perdiendo la timidez y aprenden a decir bien las cosas, cómo y cuándo hacerlo. Esa es la seguridad que más tarde pueden transmitir en el mundo laboral, en una reunión, frente a un posible cliente, y que probablemente les abra puertas.

El problema es que en España "no hay cultura de la comunicación". Los alumnos necesitan partir desde el principio, mientras que por ejemplo en Estados Unidos les acostumbran a defenderse en público desde las aulas. Por ello, los grandes comunicadores como Barack Obama, Winston Churchill, Martin Luther King y el propio Cicerón no abundan precisamente en España, sino al contrario. "Si observamos un pleno del Parlamento español y otro del británico, seremos aún más conscientes del gran déficit que tenemos en materia de oratoria", lamenta Alejandro Duarte.

Las nuevas generaciones pueden cambiar, incluso deben cambiar, porque en esta época con decenas de miles de universitarios que saturan el mercado de trabajo, la palabra sea quizás la diferencia clave.