La climatización es un aspecto fundamental en la vida cotidiana con efectos directos sobre la salud y es responsable de más del 47% de la factura energética. Si se tiene en cuenta la distribución de ahorros posibles --57% si se actúa en la envolvente del edificio, 23% si se hace sobre los sistemas y 12% si se incorpora energía renovable--, lo primero es proceder sobre las fachadas evitando dejar escapar la temperatura adecuada del interior, favoreciendo el aporte de radiación solar directa en invierno y evitándolo en verano, ventilando no más de 10 minutos en días de frío y otras pequeñas acciones que responden al sentido común.

Los sistemas más comunes utilizados para uso doméstico son los que generan calor mediante combustión --calderas--, los que producen frío y/o calor mediante ciclos de compresión --bombas de calor-- y los que propagan calor por efecto Joule --utilizan una resistencia--.

Las calderas más eficientes son las de condensación y las de biomasa con ahorros de un 30% y un 55% respectivamente. Los sistemas menos aconsejables son los basados en efecto Joule --braseros y radiadores eléctricos-- ya que consumen más del doble de energía que el calor que genera. En cuanto a sistemas de ciclos de compresión --bombas de calor-- son equipos de alta eficiencia con rendimientos superiores al 300% es decir, generan tres veces más energía térmica que la energía final que consumen, que pueden estar apoyados por geotermia --utiliza la temperatura del suelo-- o aerotermia --utiliza la temperatura del aire-- consiguiendo ahorros de un 75% respecto a sistemas convencionales. La distribución del calor o frío puede ser por convección o radiación por radiadores o suelo radiante, siendo el segundo más eficiente al necesitar menor temperatura, ahorrando hasta un 20%.