Se atreve usted a someterse a la prueba definitiva del ciudadano feliz? Descubra su yo más íntimo respondiendo a la siguiente pregunta con descarnada sinceridad: ¿De qué se habla más en su casa y en el trabajo: de la próxima apertura en Cáceres de la primera subsede española del Instituto Cervantes o de la inminente inauguración del Café de Indias en Gil Cordero y de la instalación de otro McDonald´s y otro Zara en el eje Pintores-Cánovas?

Si el tema estrella ha sido el Instituto Cervantes, está claro que usted es un marciano o, mucho peor, un filólogo. Pero si lo que tiene alborotado el patio de familiares, colegas y amigos es el aluvión de franquicias modernísimas, entonces reciba nuestra más sincera enhorabuena: es usted el perfecto cacereño feliz.

Fajitas Baja California

Cuando se inauguraron en Cáceres el Instituto Camoens y el restaurante de comida americana Foster´s Hollywood, la prensa local dedicó prácticamente el mismo espacio a ambas novedades. Y es lógico: un par de meses después, no conozco a ningún cacereño que haya visitado el Camoens, pero estoy harto de oír hablar de las fajitas a la Baja California y de los rollitos de tortilla de trigo.

Y es que el Camoens es portugués y eso le quita caché, mientras que el Foster´s parece americano (en realidad nació en Madrid en 1973 como ocurrencia de un grupo de californianos que vivían en la capital) y eso llena de orgullo, sobre todo al saber que en España sólo está en 21 ciudades y, excepto Cáceres, Segovia, Pamplona, Albacete y Vitoria, son playeras o tienen más de 300.000 habitantes.

En la ciudad feliz , cada franquicia guay que se abre provoca un subidón de orgullo ciudadano. Y si el papanatismo rampante otorga la modernidad atendiendo al número de establecimientos de comida rápida, Cáceres es megamoderna con sus dos Telepizza, sus dos Burguer King, sus dos Pan´s & Company y, ¡oh felicidad!, la demostración suprema de la excelencia: la anunciada instalación del segundo McDonald´s entre Cánovas y Pintores.

Sin embargo, la ciudad feliz tenía un baldón que la marcaba: faltaba uno de esos cafés de puertas amplias, ventanales limpios, mobiliario colonial, cincuenta tipos diferentes de café que se pueden comprar y llevar a casa y una oferta variada de té de importación y chocolates. En otras ciudades semejantes, sobre todo las que son patrimonio de la humanidad, abundan los Café di Roma, Café Vecchio o el propio Café de Indias.

En Cáceres no había, pero esta carencia fundamental se acaba. Los coffee shop llegan a la ciudad feliz con diez años de retraso, pero llegan: el próximo jueves se inaugura un Café de Indias en Gil Cordero y ya podremos dormir tranquilos. En cuanto al Instituto Cervantes, pues nada, que venga también, sobre todo si tiene cafetería.