Periodista

Los cacereños de siempre, sí esos de toda la vida, volverán a hacer cola hoy camino de Valdesalor, la Montaña o el Galindo en ese peregrinaje anual con motivo de la subida de la patrona a su santuario. Y es que a los cacereños eso de hacer cola parece que nos va. Ni siquiera en domingo se dejan de ver grandes hileras de gente frente a las tiendas de los pollos asados, junto a las multitiendas para comprar más pan del que se necesita en un día de campo, en las gasolineras, donde nos llevamos hasta el hielo para que nos suba la Travel. Han sido decenas de miles de fieles y no tan fieles, todo hay que decirlo, los que han pasado estos últimos días haciendo cola para ver a la Virgen en la concatedral, colas frente a la caja del Eroski o Carrefour para hacer las primeras compras del mes, colas en el banco para dar el primer pellizco al salario, colas en los restaurantes para fijar el menú de la comunión de la niña, una larga espera para comprar el regalo de la madre y otra para envolverlo.

Y no digamos de la larga espera en el médico por la siempre puntual alergia, otra frente a la oficina del censo para actualizar unos datos bastante desfasados y que se remontan a hace cinco años.

Y, para colmo, la campaña electoral llega con más colas, esas que se producen en cada degustación "popular" del candidato regionalista, taurino y constructor.

Pero ahora todo eso no importa, lo más importante para los cacereños son hoy las colas que se producen junto a las barbacoas, a la espera de que las chuletas y la panceta se doren. Ya habrá tiempo de pensar en los atascos de la vuelta.