Los almohades no se lo podían poner fácil al enemigo cristiano. El acceso a las torres albarranas, las primeras que aguantaban la embestida del adversario, no podía ser un simple paseo. Ayer lo comprobaron los cientos de cacereños que hicieron cola literalmente desde las diez de la mañana para subir a la Torre del Horno en la primera de las tres jornadas de puertas abiertas. «Vértigo» fue la palabra más repetida por quienes se asomaban a los empinados escalones que dan acceso a la cámara de la guardia, y de allí a lo alto del bastión. Pero una vez arriba, los calificativos se sucedían: «¡una maravilla!», «¡extraordinarias vistas!», «¡fabuloso!», «¡espectacular!»...

Todavía no era la hora de la apertura, y numerosos cacereños esperaban su turno para subir a esta torre, que desde la pasada semana se puede visitar sin guía ni cita previa, como cualquier otro espacio monumental de propiedad municipal (por 3 € los turistas ya acceden a las cuatro torres abiertas en la muralla: Bujaco, Púlpitos, Pozos y Horno). Arriba, desde las almenas, las perspectivas de Cáceres y sus campos generan sorpresa. Al norte, una vista en picado del Foro de los Balbos; al sur, el Postigo; al este, la Ciudad Monumental con la impresionante torre de los Golfines de Arriba; al oeste, el Cáceres moderno.

Pero sobre todo, la atalaya del Horno impresiona porque permite apreciar la alineación de las grandes torres albarranas del lienzo oeste que protegían la muralla: Bujaco, Yerba, Horno, Postigo... Da idea del poderío de Hinz Qazris (Cáceres) en manos almohades. «Me parece muy interesante la recuperación de este elemento urbano para que todos podamos disfrutarlo. El patrimonio de la ciudad no solo debe conservarse, hay que ponerlo en valor como espacio educativo», explicó el profesor cacereño José Vidal, que entró en el primer turno de visitas.

«Aunque el acceso tiene su complicación, la verdad es que la torre está muy bien restaurada y las vistas son preciosas. Hay que seguir abriendo el patrimonio, la ciudad vive de esto», subrayó otro ciudadano, Juan Montes, mientras fotografiaba las perspectivas.

‘FANS’ DEL PATRIMONIO / Lucía, Loli, Eugenia, Tobichi y Juana, todas ellas jubiladas y amigas, también quedaron ayer a primera hora para subir a la torre. «Estamos deseando que rehabiliten más espacios y visitarlos», revelaron estas fans del patrimonio. «Al nieto lo tengo esperando, me pregunta que cuántas torres nos faltan por ver y le digo que cada vez menos», bromeó Eugenia.

El alcalde ha tomado buena nota sobre esta petición general de la ciudadanía para poder descubrir más rincones con encanto. Luis Salaya visitó ayer el Horno y avanzó que «a lo largo de la legislatura queremos hacer visitables más espacios». «Tenemos algunas ideas claras», reveló, «pero vamos a ser prudentes hasta poder garantizar que es posible».

El alcalde sí desveló que el objetivo final consiste en hacer transitables «algunos tramos de la muralla» que permitan regalar más perspectivas, «como las que aporta la Torre del Horno, que ofrece nuevos horizontes al casco histórico y también a la parte moderna, para que todo el mundo entienda que no somos solo un decorado, sino una ciudad viva», rubricó.

CÁCERES: MÁS DE UN DÍA / Salaya agregó que lo importante es la «voluntad» de querer avanzar en estas actuaciones, como se ha hecho en la Torre del Horno «en tiempo récord». Solo ha requerido destinar un empleado municipal a controlar el acceso. Fue restaurada hace ya una década pero prácticamente se mantenía cerrada al público. «Cada vez que abrimos una torre o un tramo de muralla, luchamos contra ese mito de que Cáceres se visita en un día. Cada vez que un turista accede a estos espacios, aumentamos media hora más las posibilidades de que se quede a comer en un restaurante, o a dormir en un apartamento o un hotel, y así Cáceres se convierte en un destino en el que pasar más tiempo, fundamental para nuestra economía», argumentó ayer el alcalde.

Pero además, el responsable municipal hizo hincapié en el evidente interés que estos espacios despiertan en los propios cacereños. «Tenemos muy claro que el patrimonio de la ciudad tiene que ser antes que nada abierto a nuestros vecinos, porque además contribuyen a que la ciudad mejore turísticamente siendo mejores anfitriones, que ya lo son, y muy buenos», declaró. «Hay que conseguir que todos nos sintamos muy vinculados a nuestro patrimonio, que lo conozcamos y lo queramos más si cabe», concluyó.