Las Colonias Escolares llegarían a España de la mano de la Institución Libre de Enseñanza, creada por el pedagogo Francisco Giner de los Ríos, para dotar a los niños más humildes que acudían a las escuelas públicas, de una formación integral, donde las actividades extraescolares desempeñaban una importante labor pedagógica. Durante los años de la II República (1931-1936) las Colonias Escolares vivirían su mejor etapa con la colaboración directa del Estado, a través del Ministerio de Instrucción Pública en colaboración con los Ayuntamientos, para que los escolares participasen en una experiencia que proporcionaba unas vacaciones de un mes, lejos de su casa, donde los niños y niñas aprenderían cosas diferentes.

En Cáceres se organizan distintas colonias desde el verano de 1931 hasta 1935. En el verano de 1936 dejan de realizarse y en consecuencia los niños y niñas de la ciudad perderían sus posibilidades de acceso a una actividad pedagógica, que facilitaba desde una correcta alimentación, hasta la posibilidad de recibir ‘baños de mar’ en la costa portuguesa, todo ello aderezado con acciones culturales de toda índole, para que los niños y niñas se beneficiasen de un viaje que, en muchos casos, no hubiesen podido realizar en su vida. Las Colonias Escolares tenían como objetivo principal la formación humana e intelectual de los participantes y generar entre ellos hábitos saludables en cuanto a la alimentación, el conocimiento o el uso lúdico del tiempo libre.

En 1933, bajo la dirección del maestro Florencio Manzano y con la participación de, los también maestros, Juan Acebes, Bonifacia Garrido y Ángela Gutiérrez, entre otros, asisten a la Colonia Escolar en la localidad portuguesa de Figueira da Foz, un total de 80 niños y niñas de las diferentes escuelas de la ciudad, acompañados de 6 maestros que serán los que coordinen las actividades a realizar durante todo el mes de agosto. Una experiencia que les acompañará durante gran parte de su vida, que les permitió conocer el mar y aprender, de manera lúdica, cuestiones que se escapaban a la escuela tradicional. Excursiones y visitas culturales, baños de playa, paseos por la ciudad, actividades deportivas, juegos o asistencia a sesiones de cine, conformaban el grueso del programa. También se controlaba la alimentación y la salud, para lo cual se pesaba y tallaba a los niños y niñas antes y después de asistir a la colonia, con el objetivo de estudiar las variables en cuanto a una alimentación que en muchos casos era deficitaria en sus hogares de origen.

En la organización de los viajes de los denominados ‘colonos’, intervenían, aparte del Ayuntamiento, otras instituciones y empresas que facilitaban este tipo de viajes fuera de la ciudad y del propio país. Era el caso de la Compañía de Ferrocarriles del Oeste de España o el consulado español en Figueira da Foz . De este modo los participantes podían desplazarse con la mayor seguridad y al Ayuntamiento le salía más económico, tanto el viaje como la estancia, que en 1933 se realiza en el Universo Hotel. Todo este entramado de contactos y actividades desaparecerá, de forma abrupta, a partir del largo y peligroso verano del 36. Había empezado la guerra.