Quien piense que estas huchas callejeras que guardan monedas realizan viajes a ninguna parte está equivocado. Solo escuchando a Floribel Reyes rápidamente entiendes para qué sirve el Domund. Ella es una franciscana de la Inmaculada Concepción que a sus 37 años ha vivido durante 17 días el horror de una guerra.

Ayer, en la Casa de la Iglesia explicaba su experiencia en la República Centroafricana, de donde volvió hace tres meses. Su congregación dispone de dos casas en la diócesis de Bangassou, donde existe un conflicto armado entre las milicias Antibalaka y la coalición Seleka, una batalla entre cristianos y musulmanes que tiene en vilo al obispo de aquel territorio, el comboniano español Juan José Aguirre, que hace tan solo unos días salía de la mezquita del barrio musulmán de Tokoyo, donde había negociado el traslado de cerca de mil aterrorizadas personas que se habían refugiado en su interior a la misión católica. De repente, varios de los milicianos que habían atacado la ciudad el día antes abrieron fuego. Monseñor Aguirre resultó ileso, pero una persona que se encontraba a su lado cayó muerta al instante antes de que cesaran los disparos.

Floribel ha vivido episodios terribles. A pesar de todo quiere retornar a la misión. No sabe si han quemado sus casas, si han destrozado la escuela de Primaria donde estudiaban mil chavales y que las religiosas fundaron en 2008. Decía ayer Floribel que toda esta gente es tan miserable que no aparece siquiera en la prensa. Lleva razón. Estaba Floribel en la fraternidad cuando empezaron a escucharse las balas que cubrían el cielo. Aquella lucha la ganaron esa mañana los cristianos. Había musulmanes muertos por todos lados. Reorganizaron los cadáveres y empezaron a quemarlos. Se guardaron uno, el del musulmán más fornido, entonces inyectaron droga a las mujeres para que no tuvieran miedo y ellas mismas comenzaron a cocinar el cadáver. Avisaron a los niños: «Venid, esto también es para ustedes», les decían, y todos comían en aquel infierno, que no es de película, que es real, aunque se viva a miles de kilómetros de Cáceres.

Después de una semana llegaron los médicos sin fronteras. La madre superiora tomó la decisión de que fuera Floribel la que saliera de allí rumbo a otra de las misiones de la congregación. Pero en ese lugar siguió el mismo horror. A las nueve de la mañana se reanudaron las balas. En esa ocasión los musulmanes ganaron la batalla. Cristianos muertos, casas quemadas... A los ocho días las cuatro hermanas pedían a monseñor Aguirre que las sacara de allí, que podían enfermar de tanto escuchar a gente pidiendo auxilio. Ya no había qué comer y las avionetas no llegaban. Con las maletas atravesaron el monte, burlando los controles musulmanes. Lograron salvarse...

Un testimonio tan impactante merece, sin duda, que la jornada del Domund que organiza este domingo la diócesis, apoye y reconozca a los misioneros (Cáceres aporta 60 principalmente en países como Perú, Venezuela, Argentina y Brasil, así como en África, y que se suman a los más de 13.000 misioneros españoles, de los que el 55% son mujeres). El obispo y el delegado de Misiones participaron ayer en esta presentación. Cáceres, que el año pasado entregó al Domund 97.588 euros de la colecta en las parroquias, también llevará a cabo una cuestación en las calles los días 21 y 22, sábado y domingo.

Al acto acudió igualmente la periodista Elisa Blázquez. Llegada de Mozambique, rompió en su condición de atea una lanza en favor de los misioneros. Ha vuelto «profundamente impresionada» de la labor que realizan en el campo del trabajo social. Blázquez explicó que en su viaje ha conocido a la hermana Berenice, que gracias a su internado las chicas pueden tener una vida digna, o al padre Víctor Hugo García Ulloa, que edita y reparte una revista donde se habla de evangelización, pero fundamentalmente de la sociedad y sus problemas: del maltrato a la mujer, del odio a las personas albinas, del tráfico de órganos que sigue existiendo...

Elisa Blázquez ha conocido a unas personas en cuyas manos, como bien dijo ayer, «sí que se podría entregar el gobierno de cualquier país», en estos tiempos en los que, por cierto y a la vista de toda la ‘politiquería’ que nos rodea, la bondad humana está tan poco cotizada.