El pequeño negocio de La Madrila está en peligro. Teniendo en cuenta el momento en el que vivimos, esta afirmación puede casi darse por supuesta. La zona es especialmente conocida por su sector hostelero, que ya sea por fiestas o problemas con el ruido siempre parece a la orden del día.

No obstante, no es este el único tipo de comercio con el que cuenta. Pese al carácter residencial de la barriada y la afluencia juvenil por la que es conocida, son más de veinte los locales que pueden observarse vacíos si se pasea por sus calles. Aquellos dueños de los establecimientos restantes que no se dedican a la hostelería afirman que esta realidad precede a la crisis del covid-19, y que por lo tanto «no es nueva», aseveran.

Por un lado, los problemas a los que se enfrentan no distan mucho de los del resto del país: el confinamiento ha sido un golpe importante en lo que respecta al pago de las facturas. Si bien la mayoría de los negocios admiten que el alquiler no ha sido un problema, ya sea porque son dueños del propio local o porque su arrendador han tenido el solidario gesto de perdonar o aplazar el pago de estos meses, sí han enfrentado otros desembolsos. «Yaa tenía producto comprado, y ese había que pagarlo igual», explica

Jorge Rodríguez desde la tienda de regalos Dados Fuera, establecimiento en la Plaza Bruselas. Añade que «no ha habido regalos de fin de curso, porque los niños estaban confinados, y tampoco comuniones. Como mi público objetivo no ha ido a esas celebraciones, yo he sufrido la caída en ventas».

Sin embargo, algunos autónomos confiesan que ellos ya estaban de capa caída antes de que el virus barriera con la economía a nivel internacional. Recuerdan con pena los negocios que han ido cerrando con el paso de los años, como la pescadería de la misma plaza, cuya fachada continúa decorada con caricaturas marinas en azul.

«Hoy en día está imposible ser autónomo», expresan desde la Ferretería César, casi con indignación. «Las grandes superficies se nos comen. A la gente le da igual si los precios están mejor aquí. Van al sitio grande, compran de todo... Aquí, vienen sobre todo para una cosa puntual que necesitan en el momento. Una bombilla, un tornillo que les falta...» A este viejo enemigo a batir se unen además las trabas impuestas por el covid-19. «Llamas al proveedor, y no siempre te puede traer todo lo que quieres», continúan desde la ferretería. «Así que cuando vienen, te preguntan por algo, y tienes que decirles que no lo tienes».

Envejecimiento

EnvejecimientoOtro de los grandes problemas de La Madrila está, según explican desde sus tiendas, en el envejecimiento general de la población. «Aquí viven muchas personas mayores, así que se están cerrando muchos negocios», explican desde Vem Informático. «Cuando vienen los estudiantes, siempre hay algo más de movimiento. El problema va a ser si no dan las clases presenciales».

A esta preocupación ante la posibilidad de perder la clientela acostumbrada se suma también el miedo ante el gigante de la compra online, que es cada día una práctica más habitual. «Nosotros somos un punto de recogida de paquetería, y aquí vienen todos los días muchos paquetes de compras de H&M, Zara... todo por internet. Si no les gusta, lo devuelven y no pasa nada, así que no ven el problema», continúan. «A nosotros nos quedan cinco días de vida, pero a la ropa dos y medio».

En la Ferretería César también se contempla con inquietud la subida en el índice del comercio a través de la red. «Si trabajas con Amazon en mi sector, te cobra un 18% de comisiones de venta y porte. Y luego, competir con los que tienes alrededor. Aparte de la cuota mensual que te ponen para vender ¿Y qué te queda a ti para comer?», se lamentan. «Para que tú puedas cobrar algo, al final tienes que facturar más de cinco mil euros al mes».

Añaden que se plantearon entrar a formar parte del Marketplace del ayuntamiento, que abrió con vistas al turismo. Consideran que este servicio podría llegar a ser de utilidad para todo el pequeño comercio de la ciudad. Sin embargo, fueron de nuevo disuadidos por la tasa mensual, que es «imposible de pagar para los más pequeños».

Los pocos que no han encontrado problemas, más allá de los obvios ocasionados por la pandemia, son aquellos que regntan negocios cuyos servicios no pueden darse a través de internet. Peluquerías, por ejemplo, o tiendas de papelería. «No había notado mucho», confiesan desde Tecniempress. «Si la gente tiene que venir a hacer una fotocopia, pues viene, y casi nadie va a comprar un boli por internet. Eso es algo que a mí no me pueden quitar»

Los vecinos parecen ajenos a estas preocupaciones, porque no han visto un cambio palpable en el paisaje comercial de su barrio. «La verdad es que todo sigue un poco igual», comenta Antonio Barroso. «Ha abierto o cerrado algún bar, y algunos no han vuelto a empezar hasta hace muy poco, pero no he visto mucho cierre».

Misma opinión comparte María del Carmen, residente de la calle Doctor Fleming, quien considera que «esto no está como Pintores. Aquí, más o menos, solo ha cambiado la hostelería. Casi todo lo que está cerrado ya lo estaba de antes».

Esta idea es el alivio de los propios comerciantes, quienes se contentan con «ir tirando» todo el tiempo que puedan. «Lo importante es llegar a fin de mes», concluyen desde Vem Informático.