Francisco Cerro ya es arzobispo de Toledo y primado de España. Ha sido un acontecimiento histórico que, incomprensiblemente, ha pasado de puntillas. Que el prelado de nuestra diócesis ocupe ahora el mayor rango de la sede episcopal toledana, establecida en el siglo I, es un orgullo para nuestra ciudad.

En el siglo VII la de Toledo fue elevada a archidiócesis primada de España y desde entonces todos los arzobispos son primados de España. Cerro fue nombrado el 27 de diciembre del año pasado y tomó posesión el sábado, hace justamente hoy una semana.

Se trata del segundo obispo de la diócesis cacereña que alcanza este rango. El primero fue Pedro Segura y Sáez, fundador de este periódico el 1 de abril de 1923, justo tres años antes de haber sido nombrado obispo de Coria, ciudad en la que conoció a Alfonso XIII, al que acompañó durante la histórica visita que el monarca giró a Las Hurdes en 1922.

La amistad con Alfonso XIII no tardó en dar sus frutos: el papa Pío XI nombró cardenal a Segura, cuyo birrete cardenalicio le fue impuesto en Madrid, en una ceremonia ante la corte celebrada en el Palacio Real y presidida por el monarca. Tras su nombramiento como cardenal, en 1927 sería designado para la sede primada de Toledo.

Eran años en que todos los medios de comunicación de este país se hicieron eco de la noticia. Ocurre que ahora estamos llenos de ‘complejinos’ y parece que nos diera miedo elevar el tono en estas cuestiones de la curia.

El alcalde, Luis Salaya, acudió al acto, pero poco trascendió de su presencia en la catedral de Toledo. Y es una pena. Sin temor hay que decir que Francisco Cerro ha realizado un más que sobresaliente ‘pontificado’ durante su estancia en Cáceres. No oculto mi admiración por este hombre cercano, que tanto ha luchado por defender a los necesitados. Caracterizado por su tino y delicadeza, Cerro es una persona que huye de los oropeles y que ha sabido transmitir certero la nueva imagen que el papa Francisco quiere darle a la Iglesia Católica.

Un día, el hoy arzobispo me definió como un ‘teólogo de la calle’. Aquello me reconcilió con quienes en cierta ocasión me llamaron ‘guardián de la ortodoxia’. Nada más lejos de mi intención que defender el boato, pero sí dar desde esta tribuna a cada uno lo que le corresponde.

En estos tiempos convulsos la laicidad se confunde con el desprecio a las religiones. Ocurre, sin embargo, que la religión es una dimensión del hombre. Se trata de la espiritualidad que cada uno vive con la libertad que estima conveniente. No se es más intelectual, o más progresista o más socialista por ser anticlerical. Echemos mano de ejemplos pasados, como el alcalde cacereño Antonio Canales, o más recientes como el presidente extremeño Ibarra, y nos daremos cuenta de que ellos defendieron un ideario político y abordaron sin complejos sus relaciones institucionales con la Iglesia Católica.

El día que nuestros gobernantes gobiernen para todos por igual, sin excepciones, sin estereotipos, sin clichés, ese día habremos aprendido lo que es la democracia y la defensa de los derechos. Procuro huir de la mediocridad y la demagogia. Y no hay mayor caldo de cultivo para la demagogia que el uso torticero de las creencias religiosas.

Cosas de chicos

Ha sido esta una semana en la que el centro de estética Pretty Me, que lleva Sandra Borrella en el 21 de Gómez Becerra acoge una exposición sobre igualdad de la fotógrafa Cristina Ferrera. Resulta gratificante que una mujer como Sandra, que ha sufrido violencia de género, tenga a bien colgar en su establecimiento una muestra titulada ‘Cosas de chicos’ en la que se honran las bondades del hombre.

«Los hombres son casi todos buenos», dice Cristina, que a través de su objetivo rompe con la imagen masculina tradicional: ellos lloran en el baño, juegan en los parques con sus hijas, ellos y ellas se aman, ellos y ellos se aman. El foco genera igualdad hacia el hombre, sin despreciar a las mujeres, sin despreciar a los hombres.

A la muestra acudió el concejal Jorge Villar. Conocí a Villar en aquellos años en los que Cáceres aspiraba a convertirse en Capital Europea de la Cultura. Formaba entonces parte de un gabinete compuesto por María José Muriel, Cristina Caballero y Laura Alcázar entregados profesionales que demostraron sobradamente su valía. En todas sus ocupaciones posteriores, Villar ha demostrado la pasión con la que afronta los nuevos retos: el de la política es otro de ellos.

Ay, la política. Aquí que pensábamos que Cáceres sería el 20 de junio el escenario para decirle adiós a Extremoduro y ahora resulta que Robe anuncia una nueva fecha, el 25 de julio, en Rivas Vaciamadrid, para ‘redespedirse’. Ay, la política, eterna caprichosa, Ay, la política, que nos hace caer en la trampa.