En este bullicioso mes de mayo en el que la ciudad vive permanentemente en la calle y en el que se suceden procesiones, mercadillos y festivales, aparece otro fenómeno importante para corroborar esa teoría tan extendida que afirma el gusto de los cacereños por la calle: las primeras comuniones.

Pocos son los que se libran de estas celebraciones porque, o bien te toca directamente como es mi caso, o bien de manera indirecta como pariente o amigo. Sea como fuere, si usted quiere celebrar alguna efeméride en un restaurante u hotel en estos días, lo tiene francamente difícil porque las comuniones llenan los comedores durante el mes de mayo y, sin solución de continuidad, con las bodas desde primeros del mes de junio.

Y es que, por encima de las ideas religiosas de cada uno, todas respetables y comprensibles, muchos cacereños continúan con estas tradiciones como demuestra la ocupación de los restaurantes en estas fechas. Así, si usted se ha visto abocado a preparar una comunión, se habrá topado de bruces con los mismos problemas que yo u otros parecidos. Desde la decisión en cuanto a hacerlo sola o con sus compañeras, hasta la elección del vestido o el menú de la comida, son aciertos o errores que, por insólitos y porque, a menudo, se resuelven por eliminación, nunca contentan a todo el mundo.

No sé qué pensará usted, pero yo creo que todas esas pequeñas preocupaciones derivadas de la organización de un acontecimiento de este tipo son perfectamente asumibles si uno se pone en la mirada de la niña o niño que va a protagonizar el evento.

Es perfectamente medible cómo disfrutan con la preparación de todos los detalles, cómo esperan el momento con una ansiedad impropia de la edad, entre otras cosas porque no conocen la palabra, mientras usted los descubre de vez en cuando con la mirada perdida en un punto indefinido, probablemente imaginando ese día una y otra vez.

Así que, si ha elegido una mala fecha o el menú no es el más acertado, si se reconoce emocionado echando de menos a los que no están o se ve tenso porque juntar a las familias siempre tiene sus dificultades, todo eso y más, se da porbien empleado si consigue que su niña se sienta como una princesa y sus ojos brillen durante todo el día sintiéndose querida y protegida.

Y si además, es usted un buen creyente y mira para arriba en estas ocasiones, tanto mejor, porque tener fe en estos tiempos mueve algo más que montañas.