Iniciamos en la concatedral de Santa María nuestro recorrido por los retablos, para el que la autora ha contado con la inestimable ayuda documental de investigadores de la talla de Ordax, C. Aznar y, sobre todo, del profesor de la Uex F. García Mogollón. Templo de finales del XV y principios del XVI, se advierten en él detalles de las últimas décadas del XIII. Su retablo mayor es un conjunto renacentista realizado por Roque Balduque y Guillén Ferrant entre 1549 y 1555. Sobre estos maestros imagineros existen pruebas documentales. Figuran los nombres de Roque Balduc --que como indica Gestoso en su Diccionario de los artífices es uno de los que florecieron en Sevilla (t.III,p.91)-- y Guillen Ferrant --que acaso sea el imaginero Diego Guillén, que también trabajó en la capital hispalense--.

Ambos escultores fueron llamados a Cáceres para la obra del retablo de Santa María y el 20 de agosto de 1547 les fueron otorgadas las escrituras al efecto ante el escribano Cristóbal de Cabrera, con Diego de Figueroa y otros como testigos. Era mayordomo don Diego de Carvajal y los diputados Francisco Solís, Lorenzo de Ulloa Porcallo y Francisco Godoy, que son los promotores del retablo, cuyo coste una vez colocado fue de 635.650 maravedís, unos 1.600 ducados.

Es una obra de talla de estilo plateresco y ocupa los tres planos del fondo del ábside de la nave central. Quedó sin pintar ni dorar y por eso se aprecia mejor la finura de su talla. Se alza sobre un basamento de piedra con una faja de mármol de Estremoz. Los temas de los doce relieves de los costados son diez de ellos los misterios de la Virgen y del Señor, y dos a los extremos de la parte baja son San Jorge (en el lado de la Epístola) y Santiago Matamoros (en el lado del Evangelio), ambas figuras ecuestres, entre varias, venciendo uno al diablo y otro a los moros, nota caballeresca muy expresiva en una ciudad reconquistada.

El hueco inferior del centro lo ocupa hoy un tabernáculo barroco con columnas salomónicas, que se alza sobre el Sagrario. La crestería es de adorno con figuras accesorias. Sin duda, una obra maestra con sello Roque Balduque, considerado durante la primera mitad del XVI la figura más importante del retablo plateresco sevillano. En cuanto a la iconografía es cristífero, mariano y hagiográfico, siendo su ritmo compositivo: c-C-B, a-A-a, B-C-c.

Su estado de conservación es bueno ya que fue minuciosamente tratado con motivo de las medallas al mérito al trabajo en Bellas Artes, que entregó en la concatedral el Ministerio de Cultura, con la asistencia de los Reyes de España.