Eran compañeras de piso, vivienda en la que también residía un pitbull propiedad de una de las inquilinas. Un día, mientras la propietaria del animal no estaba en casa, la otra invitó a su hermana a comer y decidieron sacar al perro del salón, dependencia en la que almorzaban, para que no les molestara. Cuando su dueña regresó se enfadó al verlo fuera.

Molesta porque el animal no estaba en el salón decidió abrir la puerta para permitirle entrar, estando aún la compañera de piso y su hermana en el interior. Ambas se negaron a que accediera. Esto provocó que la propietaria del perro se enfadara aún más y reaccionara de manera agresiva hacia ellas. El perro, al observar que su dueña estaba «acalorada y agresiva», reaccionó también de la misma manera, encarándose y abalanzándose hacia ellas. Ante esta situación la otra inquilina se vio obligada a esconderse en el cuarto de baño y su hermana, que estaba en casa de visita, en la habitación, para evitar que llegara a moderlas.

Cuando intentaban salir y el animal sentía el pomo de la puerta se lanzaba hacia ella. Aprovechando un momento en que el perro estaba con su dueña la inquilina decidió salir pero el pitull se abalanzó hacia ella y, al intentar defenderse parándolo con las manos, le arañó de cintura para abajo. Como consecuencia de ello la mujer presentaba lesiones en los muslos y tuvo que ser atendida por una crisis de ansiedad.

El juzgado de instrucción número 3 condena a la propietaria del animal a pagar una multa de 150 euros y a indemnizar con la misma cantidad a la víctima. La Audiencia confirma ahora el fallo. Estima que el perro se encontraba suelto, sin ninguna medida de seguridad y que la propietaria no hizo nada para retirarlo del lugar en el que se estaba produciendo la discusión para evitar que pudiera agredirlas.