La Audiencia Provincial ha condenado a 28 años de prisión a A. S. R. por agredir y abusar sexualmente y maltratar de forma continuada durante dos años a la mujer con la que convivía y que se encontraba imposibilitada en una silla de ruedas, según una sentencia hecha pública ayer y que no es firme, ya que contra ella cabe recurso de apelación. Además de la pena de prisión, el hombre tendrá prohibido acercarse a la mujer durante 34 años y deberá indemnizarla con 24.000 euros por los daños morales ocasionados.

El tribunal considera que los hechos narrados por la víctima han quedado "plenamente acreditados" no solo por la declaración "convincente y sincera" de la mujer, sino por otros testimonios que corroboraron algunas de las vejaciones y el miedo que ella tenía de él. También por los informes psicológicos.

La pareja comenzó su convivencia en el año 2002. Eran amigos y decidieron vivir juntos para ayudarse mutuamente. Ella le aportaba a él un lugar donde vivir y él a ella, compañía y la ayuda tanto física, padecía fibromialgia aunque aún no estaba inválida, como psicológica que necesitaba por su enfermedad. La mujer ya había sido víctima de abusos sexuales en su niñez y de malos tratos por parte de su exmarido.

Aunque esa convivencia comenzó siendo amistosa, según siempre los hechos que considera probados el tribunal, al poco tiempo iniciaron una relación amorosa y sexual consentida por ambos. Sin embargo, en el 2005, la mujer sufre una recaída en su enfermedad y queda postrada en silla de ruedas, sin capacidad de movilidad de cintura para abajo, por lo que su dependencia del procesado se hizo mayor.

A raíz de esta situación, la relación fue empeorando. Los desprecios y vejaciones empezaron a ser diarios y continuos durante más de dos años, llegando a "situaciones de auténtica tortura", sostiene el magistrado, como dejarla sin comer, tenerla encerrada en pleno día con todas las persianas bajadas y la tele a todo volumen, descuidar su higiene personal al no poder valerse por sí misma o golpearla. Todo eso desembocó en reiteradas agresiones y abusos sexuales.

Según el relato de la víctima, al que da total credibilidad el tribunal, el hombre se aprovechó de su minusvalía para mantener relaciones sexuales con la mujer contra su voluntad o cuando ni siquiera ella podía oponerse, porque abusaba de ella en momentos en los que estaba bajo la influencia de fuertes medicamentos (morfina o ansiolíticos) que la dejaban en una situación de semiinconsciencia. Por ello, el fallo judicial tiene en cuenta como agravante la condición de vulnerabilidad de la víctima.

No fue hasta el 2007, cuando la mujer comenzó a ir a la sociedad de fibromialgia, que personal del colectivo detectaron una situación anómala --mostraba miedo cuando el acusado la llamaba, tenía evidentes signos de falta de aseo y alimentación-- y se consiguió que contara lo que ocurría y lo denunciara.

Asimismo, el tribunal califica de "irrelevante" para estos delitos el que la mujer hubiera sido prostituta, como ella misma reconoció en el juicio por sus problemas económicos, y que ambos se hubieran conocido en el club El Pingüino.