En este convento extramuros, fundado por Catalina de Saavedra y perteneciente al gótico tardío (XVI-XVII), que en su origen fue de la Orden de Predicadores y tras su expulsión pasa a ser de la Orden Franciscana, hallamos un bello retablo que se levanta en el presbiterio de la iglesia, articulado en banco y dos cuerpos de tres calles con cuatro columnas (en cada cuerpo) salomónicas decoradas con racimos. Hacia los laterales la decoración es de ángeles y motivos vegetales que arrancan de las cartelas que fechan el retablo: 1692.

En el banco hay varias pinturas sobre lienzo con temas de San Antonio Arzobispo de Florencia, San Alberto, Inmaculada, Santa Margarita y Santa Juana de Portugal. En el centro, en el primer cuerpo y dentro de una gran hornacina, una escultura de madera policromada de Santo Domingo de Guzmán, datable a mediados del XVIII, viste el hábito de su orden: túnica y muceta blancos y manto con capuchón negro, con el libro de la Regla en la mano izquierda. Dicha talla es debida seguramente a la gubia de Luis Salvador de Carmona, con cuya calidad técnica y bello realismo coincide.

Sobre esta imagen y ocupando el tímpano de la hornacina, una gran estrella de ocho puntas, atributo personal de Santo Domingo. A los lados, cuatro óleos sobre lienzo: los del lado del Evangelio se datan en la fecha del retablo y representan a San Francisco recibiendo los estigmas y San Alvaro de Córdoba; los del lado de la Epístola corresponden al año 1750 y representan la Estigmación de Santa Catalina y San Gonzalo de Amarante. En el segundo cuerpo observamos tres pinturas sobre lienzo, separadas por cuatro columnas salomónicas más pequeñas que las del primer cuerpo y Santo Dominicio. Aparece un Calvario en remate del retablo, del siglo XVIII, con crucificado del XVI. El retablo es de un cromatismo peculiar, un rojizo propio de la madera sólo con algunos elementos dorados.

A modo de pincelada sólo mencionar que desde la obra estudiada se puede apreciar, a los pies del iglesia y en el lado del evangelio, un sugerente retablo barroco de hacia 1710. En la hornacina, una imagen moderna de San Antonio de Padua. Un relieve que representa a San Martín remata el retablo. Dicho remate se convierte en una estructura piramidal debido a las volutas de enlace de los laterales. En el cénit, una pequeña corona.

En su visita el espectador puede deleitarse con otras obras de arte de la retablística, a escasos metros se levanta, también en el lado del Evangelio, un hermoso retablo rococó. Y en el de la Epístola otro retablo con detalles rococó de 1760.